miércoles, 31 de enero de 2007

Global e irreversible

A estas alturas se ha dicho ya prácticamente todo sobre la Piratería, cuyo único fin aparente es destruir la actividad artística y a quienes viven de ella. Esta industria ha sido duramente combatida con todo tipo de campañas publicitarias y operativos policiales que, a juzgar por los resultados, han sido inútiles.


Hoy en día, ya no es extraño disfrutar del estreno de una película en la comodidad de nuestra propia casa. Diversos títulos, que son promocionados tenazmente por las compañías cinematográficas, llegan a nuestras manos incluso con varias semanas de anticipación a su proyección en las salas. Dicha situación, que en otros tiempos -o tal vez en estos pero en distintas latitudes- sería inconcebible, es parte de nuestro deambular cotidiano. La verdad es que por la misma cantidad de dinero que una persona gasta en una salida al cine, puede adquirir incluso cinco películas con una excelente calidad de imagen y a perpetuidad.
En este punto, son válidas al menos tres preguntas:
1) ¿Quién no ha comprado alguna vez algo “pirata”?
2) ¿A pesar de su informalidad, no es este recurso uno de los que genera gran cantidad de empleo y sustento?
3) ¿No es un buen camino hacia una verdadera democratización de la cultura?


Intentar buscar las causas de un problema como este en nuestro medio es una verdadera cacería de brujas, que llevaría a una sencilla conclusión: la piratería es global e irreversible. Ya no se puede desaparecer y la verdadera preocupación de los realizadores debe ser encontrar la mejor manera de enfrentarla y convivir con ella.
En países como el Perú la situación se aprecia claramente: existen a lo sumo dos cadenas de tiendas dedicadas a la venta de discos y películas originales, cuyos precios mínimos oscilan en los $15, cantidad que no puede ser pagada por el grueso de la población. Incluso la multinacional Blockbuster perdió la batalla en nuestras tierras incas, cerrando sus locales principales. Es precisamente allí donde radica la contradicción que viene perjudicando a los empresarios formales, quienes al no poder bajar los precios, entran a competir con una industria que no reconoce derechos de autor ni pagos de aduanas y -obviamente- se presenta al consumidor con la oferta más atractiva.


Pero la industria pirata no es un saco de malos atributos. Vale reconocer que muchas veces existe un mayor nivel tanto cuantitativo como cualitativo en la oferta de material audiovisual de los informales. Se ha abierto una gran puerta al material fílmico que antes sólo se podía acceder a través de catálogos o medios demasiado costosos (películas que son parte de la historia fundamental del cine, clásicos, e incluso producciones cuyo estreno nunca se daba en el país, consecuencia de la ceguera mercantilista de los productores) y que hoy por una cantidad mínima de dinero puede estar a nuestro alcance. Se podría llegar a decir que contamos con los “delincuentes más cultos del mundo”, que han sabido obtener títulos que en realidad son referentes fundamentales de la cultura audiovisual.


Por su parte, el Estado ha gastado el discurso que sostiene que lo peor de la piratería es su evasión a los impuestos. Pues debemos pensar nuevamente las cosas. La recaudación que se tiene por impuestos indirectos que hace la piratería es más del 50 % del que se obtendría con una formalidad (en el caso, claro está, de que esta funcionase). Pensemos en los millones de DVD’s en blanco que se compran, en las tintas de impresora para hacer las portadas, y en los pagos de servicios como luz, agua, seguridad, etc… Allí se encuentra una contribución invalorable, un aporte que la empresas “dentro de rigor” ni siquiera soñarían con alcanzar.


Queda recalcar, finalmente, que la verdadera piratería no surge en puntos de venta como los que existen en las distintas ciudades, sino que son quienes “cuelgan” las diversas películas en Internet los reales promotores de esta actividad que, aunque ilegal y perjudicial, brinda alimento a muchos peruanos y además, es una de las pocas que obedece realmente al modelo de mercado, definiendo su lógica y sus precios por mera interacción de la Oferta y la Demanda, sin intervención de ningún tipo. Pensemos nuevamente las cosas y notemos cómo es que, aparte de un mínimo sector del empresariado, la gran mayoría no debe mirar con tan malos ojos a los piratas.

martes, 23 de enero de 2007

Performance soñada

Luego de un fugaz encuentro amoroso, Juan de Dios, alumno de la Universidad La Cantuta, envuelto desnudo en las sábanas de un eventual hostal, le preguntó a Margarita, su tierna enamorada, si los siete u ocho minutos de placer que le brindaba eran suficientes para alcanzar su tan ansiado clímax sexual. La verdad era evidente: ella estaba decepcionada. Entonces Juan de Dios decidió seguir el consejo de uno de sus amigos más íntimos: tomar pastillas de Viagra. El resultado fue contundente. Los esmirriados intentos de sexo se convirtieron en maratónicas sesiones que lograron satisfacer por completo los deseos de Margarita. Aquello le otorgó a Juan de Dios una seguridad sostenida en una vigorosa performance sexual a la que no pretende renunciar por lo que pueda pensar algún especialista.
Casos como el de Juan de Dios demuestran que los motivos que llevan a un adolescente y a un adulto mayor a adquirir el producto difieren. Mientras el segundo pretende lograr que el peso del tiempo sobre el organismo se vea templado con la píldora mágica, el primero procura una iniciación sexual segura o un desempeño sin precedentes, la performance soñada.
Apoyados en diversos estudios realizados a nivel mundial, los expertos en temas sexuales admiten que el consumo de la píldora no es adictivo, pero que sí lo es en cambio la sensación de seguridad y confianza que conlleva, que es tal vez el elemento más preciado para un joven debutante en la vida sexual.
Por tanto, no debe sorprender que el número de jóvenes adeptos a esta medicación vaya en aumento, al punto que el consumo de Viagra dentro de este segmento casi se haya triplicado desde que ingresara al mercado en 1998, según la revista International Journal of Impotence Research.

Pastilla milagrosa
Mientras los medios de comunicación masivos colocan al sexo en el centro de la vitrina, los hombres hacen lo que sea para conseguir un mejor desempeño sexual, para optimizar al máximo su rol como máquina capaz de saciar cualquier deseo.
Una performance sexual digna de relatos mitológicos o de las más resaltantes obras del porno hardcore parece ser una de las principales vías para la realización personal hoy en día, afirmándose que su búsqueda vale todo.
Si bien esta moda por el consumo de Sildefanil (componente químico del Viagra) tiene ya cierto tiempo asentada en otras latitudes, se revela que en el Perú los segmentos de consumidores con mayor crecimiento fueron aquellos entre 18 y 35 años y entre los 45 y 50 años.
Según testimonios de ciertos especialistas, son jóvenes limeños de estrato socioeconómico A- B, por lo general universitarios, los que se acercan con mayor frecuencia a las pequeñas farmacias de nuestra capital para adquirir la preciada pastillita. Junto con ellos, representando al segundo grupo de edad (45 – 50años), se encuentra una mayoría masculina que bien podría tratarse de maduros solteros que buscan una reconfortante vida sexual o de felices hombres que buscan encender nuevos fuegos en su vida marital.
Aunque en nuestro medio el Viagra se comercializa bajo receta médica, son precisamente farmacias pequeñas, que conforman todo un circuito informal, las que ponen al alcance de cualquier persona (con precios ciertamente más bajos) el medicamento y, con él, la posibilidad de obtener un rendimiento sexual extraordinario.
Claro está que en dicho circuito las contraindicaciones y recomendaciones médicas están de más. Riesgos aparte, está en cualquiera la decisión de jugar a ser Superman por un rato.

domingo, 21 de enero de 2007

Marketing en la posmodernidad

La fusión de diversas formas de expresión, el fin de las ideologías y posiciones vanguardistas, y la caída de caracteres decimonónicos que aún conservan una definición tradicional (instituciones como la familia, la religión o conceptos como la democracia, etc...), son sólo algunas de las dimensiones de la Posmodernidad. Sin embargo, y centrándonos en el campo económico, en la nueva lógica de mercado, la Posmodernidad ha revolucionado, apoyada –o producida tal vez – en gran medida por el gran avance producido en el campo de la tecnología.

En este escenario, único y novedoso, una disciplina como el Marketing tiene que adaptarse también a unas exigencias distintas. Hoy, los consumidores ya no pueden considerarse como simples entes pasivos. Hacia 1950, la producción en masa dictaba que, luego de producidos, los bienes debían ser “lanzados” a los grupos de consumidores para que fueran adquiridos por estos. Luego, hacia la década de los 70’s, y con la aparición del concepto de Marketing, los empresarios se enfocaron primero en las necesidades de una porción de su mercado –un segmento – para luego dar en el blanco con un producto que se adecuara y satisfaga sus necesidades.
Hoy en día, el concepto de Marketing debe extenderse. Ya no sólo se deben tomar en cuenta las necesidades del consumidor, sino también su acceso a la información. Ante un bombardeo de imágenes y datos, un verdadero torrente de información, las personas se han vuelto mucho más selectivas en torno a los estímulos que reciben. Hoy son muchos más pragmáticas en cuanto a la información que necesitan y asimilan, por lo que, quienes se encargan de llevar a cabo labores de Marketing, deben saber cómo llegar a este público, atraer su atención y brindarles la información adecuada, que necesiten y requieran.

Medios tradicionales vs. Medios alternativos
Precisamente son los medios masivos habituales (televisión, radio, revistas, etc...) los que ya no garantizan una real captación de la atención o el interés del consumidores. Si bien en realidades como la nuestra aún son los más empleados, estos medios implican altos costos que han llevado a los anunciantes a buscar nuevos caminos, nuevas vías que, además de resultar más económicos, puedan devenir en mejores resultados. Hoy, el consumidor debe tener en todas partes el mensaje, debe llegar a percibirlo incluso sin saber conscientemente cómo o en que momento llegó a él.

Somos testigos de la aparición de una nueva serie de medios, de vetas alternas en las que los comunicadores transmiten los mensajes. Así, vemos cómo carteles sobre urinarios en baños públicos, anuncios en algunas líneas de transporte público e incluso en los boletos de omnibuses, se han convertido también en espacios publicitarios. De este modo, el consumidor queda expuesto a una impresionante cantidad de mensajes que buscan persuadirlo, mensajes que en última instancia dejaran una huella sensorial sin que él distinga realmente de dónde provino. Lógicamente, estos medios alternativos requieren de un cambio en el concepto de creatividad. Quienes realizan publicidad ya no sólo deben ser innovadores en el contenido de sus trabajos, sino también en un aspecto formal o de canales, es decir, que no sólo el mensaje debe ser creativo, sino también el modo en que este llega al consumidor. Claro está que un afán netamente creativo no debe descuidar las necesidades de información que requiere realmente el consumidor hoy en día: una información breve, concentrada, que le de precisamente lo que él requiere.

La caída de las corporaciones
La posmodernidad, junto con los diversos cambios culturales, está transformando radicalmente el modo de hacer empresa. La tercerización de los diversos procesos productivos, el empleo cada vez más difundido de franquicias y la preferencia de las transnacionales por contar con plantas productivas en países donde la mano de obra implica un costo reducido, evidencian el modo en que la globalización (más allá de la actitud que alguien puede tomar frente a ella) está dejando su impronta en los negocios. En el caso de nuestro país, la aparición de los medios alternativos ha conllevado una serie de procesos muy interesantes cuyo análisis demandaría una extensa investigación. Vale mencionar, sin embargo, que hoy en día la publicidad alternativa es una veta de mercado en pleno proceso de cambio, en la que incluso empresas grandes y tradicionales están optando también por delegar a terceros cierta parte de su trabajo (básicamente la parte operativa, no la de diseño). Esta situación ha propiciado una situación en la que, quienes tienen algún conocimiento de diseño, realicen un trabajo creativo, llevando al plano de lo material sus ideas a través de terceros. Esto es ciertamente revolucionario; teniendo en cuenta que hasta hace pocos años era inconcebible que una campaña publicitaria pudiese llevarse a cabo sin la intervención de una agencia especializada, es revelador cómo hoy en día personas, con la única herramienta de una PC, puedan competir directamente con las grandes corporaciones publicitarias que durante años han preservado una suerte de hegemonía en el mercado.

Es precisamente en dicha situación donde los medios alternativos han sido determinantes. Si bien las personas independientes pueden diseñar campañas, no contarán con los recursos para implementarlas a través de medios tradicionales, como sí ocurre con las grandes compañías. Una empresa consagrada puede pagar amplios espacios televisivos para un anunciante, pero una idea más innovadora, empleando nuevos medios puede resultar en una mejor imagen para el mismo anunciante, pero claro, con mucho menor costo.

viernes, 19 de enero de 2007

Conocimiento platónico vs. Conocimiento aristotélico.

De una u otra forma el hombre ha intentado, a lo largo de la historia, tener una aproximación hacia el conocimiento. Para los griegos, ésta búsqueda tenía como base una mejor vida, más plena. Sin embargo, cabría preguntarse qué consideraban ellos como una mejor vida. El conocimiento permite finalmente, distinguir los medios de los fines, considerando cuestiones acumulativas y de interés simplemente utilitario como meros caminos para algo, mas no como fines en sí; se trata de buscar el conocimiento como tal y no tomarlo como un medio que permite otras cosas. Así, se puede decir que el conocimiento promueve una visión más global e íntegra que trasciende todo tipo de afán “cortoplacista” y material. Si bien esta es una visión perfectamente válida y -valgan verdades- alentadora, no olvidemos que en ocasiones el conocimiento (o el adquirir cierto tipo de conocimiento) puede llevar a disfrutar en menor medida algunos aspectos que para muchas personas son satisfactorios. Nietzsche, por ejemplo, llegó a afirmar que el conocimiento hacía infeliz a la persona e incluso podía destruirla, viviendo más tranquilos y felices quienes simplemente no reflexionaban, tal como señala hacia el final de Ecce Homo. Aquel conocimiento, que para los griegos era piedra angular de una mejor vida, versaba sobre lo universal. Es este precisamente el primer punto de convergencia entre la propuesta platónica y la aristotélica.

En el caso de Platón, se podría enfatizar esta defensa de lo universal, afirmando, en primer lugar que el conocimiento dado sólo acerca de lo particular nos llevaría a tomar en cuenta que aquello ocurre en un momento dado, en el presente, pero cualquier juicio emitido en el presente sólo probará su real veracidad en el futuro, dado que todo fluye. En coincidencia con Heráclito, no puede considerarse aquel juicio como conocimiento cabal. En segundo lugar (y según creo más importante) está el hecho de que lo particular, al estar basado en la percepción, no considera una parte fundamental de la realidad que se compone no a modo de estímulo sensorial u observacional, sino de manera teórica. Esta parte comprende las interrelaciones y procesos que se dan entre las cosas y aluden a nociones y conceptos que no están dados en el mundo sensible, pues no existe una realidad per sé. Dicho devenir, ese proceso en el que las cosas surgen de la unión de unas con otras, está primando no por la aprehensión de datos sensoriales, sino por su interpretación que se circunscribe al esquema conceptual del individuo. Dicha interpretación va más allá de la percepción y, por lo tanto, del mero hecho particular.

Aristóteles, por su parte, también plantea que el conocimiento debe ser sobre lo universal y, al igual que Platón, defiende una posición idealista, es decir, que el conocimiento tiene como eje las ideas. Sin embargo, Aristóteles no va a restarle todo valor a la percepción y la aprehensión sensible, sosteniendo que el saber comienza por la sensación, que se da cuando cada sentido capta su sensible propio. En este punto me parece importante mencionar que se ha señalado que la propuesta de Aristóteles era que “Los sentidos no se equivocan”, incluso si el sistema sensorial de algún individuo se encuentra bajo alteraciones; a mi parecer sostener esa afirmación no es del todo correcta. En cambio, creo que lo que sostenía Aristóteles era que los sentidos son fuente inequívoca de datos sensoriales, que en última instancia son necesarios e importantes para alcanzar el conocimiento. Luego de dicha sensación, sigue la memoria, que se entiende como la huella sensorial dejada por el objeto; de allí proviene la experiencia, producida por la asociación de múltiples recuerdos referidos a una sola cosa; esta experiencia no puede considerarse conocimiento porque aún versa sobre lo particular. El conocimiento sobre lo universal nace de dicha experiencia, pero cuando se elabora un juicio válido para todos los casos semejantes, es decir, cuando luego de su interpretación se elabora un principio que partiendo de la observación de casos particulares tenga una validez general y universal, y por tanto necesaria. De ahí que la postura aristotélica considere al conocimiento como aquel que estriba en los primeros principios. Creo válido resaltar que Aristóteles confiaba en la deducción general ya que se creía que el mundo obedecía a un orden lógico, por lo que las genralizaciones eran absolutas para los griegos.

De este modo se puede inferir que, aunque ambos filósofos –Aristóteles y Platón- sostenían que el conocimiento versa sobre lo universal y tiene como eje a las ideas, la diferencia radica en que Aristóteles sostiene que la “materia prima” para el conocimiento es la captación de estímulos sensoriales. La posición platónica respecto a esto era muy clara, sosteniendo que las formas no eran conceptos o representaciones abstraídas de realidades particulares. Platón señalaba que antes de la experiencia sensible tenía que haber una idea, una suerte de esencia de la cual participaba esa percepción. La propuesta de Platón sostenía pues que el conocimiento era parte integral del alma y venía ya con ella, y que la reflexión era una búsqueda de aquel conocimiento que se tenía dentro. Con tal fin, se apoya en el planteamiento de la existencia de dos mundos, el de las ideas o formas, que es inmutable y eterno; y el mundo sensible, que es una imitación de aquel.

En el diálogo Fedro, Platón llega a plantear un mito, por el cual las almas al provenir del mundo de las ideas, atraviesan el río Leteo hasta llegar a un cuerpo que estará en el mundo sensible. Es en aquel momento que se olvidan de su contemplación de las ideas. Acorde con el mito es a través de la dialéctica, una vez que se encuentra en el mundo sensible, que se produce la anamnesis, y una vez “recordado” el conocimiento, se podrán fundamentar los juicios particulares y la conducta humana, dado que el mundo sensible imita al de las ideas.

miércoles, 17 de enero de 2007

Salvemos las letras...

Hoy muchas universidades están dejando de lado una formación humanística, un reflejo del afán funcionalista que prima por una educación enfocada a lo singular, lo útil, por un conocimiento técnico. Esto, además de no garantizar una mejor inserción en el mercado, enfatiza el abismo entre demanda laboral y formación académica.

Se debe tener en cuenta qué diferencia a la formación universitaria de la técnica. La universidad debe enfocarse al conocimiento integral y universal, que vaya más allá de los simples hechos particulares y busque nuevos puntos de vista sobre una realidad que se entiende en forma sistémica. Este rol integrador del conocimiento no puede darse a través de un curso enfocado a temas específicos de naturaleza instrumental, sino en aquellos cuyo contenido abarque dimensiones de la acción humana, cursos en los que el eje central sea el conocimiento. Por este motivo negar su importancia sería negar la del mismo conocimiento, cayendo en una ceguera determinista que ignora su naturaleza sinérgica, para lo cual la persona debe estar formada con la capacidad de entender todo en un sentido más amplio y total.

Los distintos cursos de humanidades, además, enfatizan que no existe una verdad que pueda aceptarse como absoluta, promoverán la discusión, la crítica y la duda. En orden con la tradición aristotélica, son las cosas comunes las que nos sorprenden y nos hacen reflexionar. Ya que se considera que el conocimiento no posee una certeza absoluta ni es de carácter particular, es lógico sostener que la formación universitaria no debe centrarse en la simple aplicación práctica de los métodos o en el conjunto de procedimientos empleados, en la técnica (un verdadero quiste hereditario del cientificismo newtoniano-cartesiano). Por el contrario, debe aspirar al conocimiento en un modo más general que admita la crítica y esté libre de cualquier fundamentalismo.

Es precisamente una visión que va más allá de lo obvio, que invita a la persona a reflexionar y reconsiderar diversos aspectos de la realidad en forma crítica, un aspecto que sólo puede reforzarse mediante los cursos de humanidades, en especial los de filosofía, cuyo tema central es el conocimiento en sí.

Otro aspecto clave en la formación humanística es que, a través de la continua tarea reflexiva que conlleva, favorece la coherencia tanto en el sistema de creencias como en el discurso elaborado por la persona. La filosofía debe ser entendida no por las respuestas concretas sino más bien por el valor de los problemas que plantea.
Estos aspectos acerca de la importancia de los cursos de humanidades son bastantes generales y con seguridad no son los únicos existentes. Sin embargo, encuentro válido señalar que un elemento central en relación a estos cursos es el modo en que son dictados en las diferentes universidades. El tiempo, por ejemplo, es determinante, tal es así que para los estudiantes un semestre o aún menos tiempo represente poco para entender el verdadero sentido de estos cursos, sin que eso sea siempre una tarea imposible, claro está.

Por otro lado, es evidente que la universidad de hoy, en la mayoría de los casos, tiende a despersonalizar a los estudiantes, al insertarlos en un sistema en el que incluso medio centenar de personas comparten un aula, convirtiéndolos en una masa homogénea la que llega el mensaje educativo. Es probable que este hecho obedezca una avidez mercantilista o a diversas dificultades de tipo logístico. De cualquier forma los resultados son antipedagógicos y las instituciones deberían velar por soluciones a dichos problemas.