En defensa del artificio
El arte parte de una representación (más allá de los estilos, técnicas o escenarios espacio-temporales en los que se desarrolle) que se hace por medio de un artificio. Si bien hoy las corrientes conceptuales avalan la idea de que cualquier objeto descontextualizado pueda convertirse en arte, considero que eso da pie a que todo tipo de necedad pase por una obra. Me gustaría entender el arte, en cambio, como un mensaje que viaja a través de un medio estético que, a su vez, se convierte en mensaje.
Constituye eso en tanto el artista pretende algo con su obra. Sin embargo, debemos entender ese algo no como un propósito racional (con un determinado interés o un fin en sí mismo); en el caso de cualquier producción artística, la mera catarsis o un sin fin de pulsiones, pueden constituir su intencionalidad.
En contraparte, está el espectador, quien se enfrenta a la obra circunscrito a su propia emotividad y no puede intentar abordarla con criterios meramente racionales. El arte no debería apelar a lo racional sino a lo emocional del individuo, para que halle el placer en las formas. Pero este mensaje, este impulso, necesita de un soporte o un medio, además de un lenguaje. Allí radica el artificio.
Quizás esta idea pueda sonar como una vuelta a la teoría de la expresión o algún tipo de esencialismo, sin embargo, no es más que una acotación, una observación sobre el hecho de que no se puede negar la importancia de un lenguaje -un aspecto formal- en toda expresión artística.
Si bien Dickie (y de alguna forma ya Danto), planteó lo que hoy se conoce como Teoría institucional, una aproximación que señala que se considera arte lo que un grupo social (denominado "mundo del arte") avale y señale como tal, creo que -en sintonía con evitar proponer una naturaleza per sé en el arte- esa "institución" ha dejado en segundo plano el artificio. Y así, si un circuito (algún sector, algún grupo de referencia del campo, en términos de Bourdieu) de arte pondera como obra una instalación carente de algún manejo artificioso donde se consignan objetos de lo más variados cuya finalidad es un juego lógico, racional, conceptual, ésta será tomada como objeto artístico.
Excremento untado en la pared, sea cual sea el concepto o mecanismo racional que implique, no puede ser tomado a la ligera como arte, sólo porque el concenso lo señale como tal. Si el realizador de tal instalación simplemente juega con un concepto, o busca decir algo con el manejo de tal concepto, sin tener al menos algún mínimo manejo de un lenguaje, sea pictórico, audiovisual o gráfico, no puede considerarse artista. Hacerlo, en base al concenso de un grupo o un sector del campo, sería un tanto simplista; de ahí que surja mal que bien la necesidad de éstas líneas en defensa del artificio.
Constituye eso en tanto el artista pretende algo con su obra. Sin embargo, debemos entender ese algo no como un propósito racional (con un determinado interés o un fin en sí mismo); en el caso de cualquier producción artística, la mera catarsis o un sin fin de pulsiones, pueden constituir su intencionalidad.
En contraparte, está el espectador, quien se enfrenta a la obra circunscrito a su propia emotividad y no puede intentar abordarla con criterios meramente racionales. El arte no debería apelar a lo racional sino a lo emocional del individuo, para que halle el placer en las formas. Pero este mensaje, este impulso, necesita de un soporte o un medio, además de un lenguaje. Allí radica el artificio.
Quizás esta idea pueda sonar como una vuelta a la teoría de la expresión o algún tipo de esencialismo, sin embargo, no es más que una acotación, una observación sobre el hecho de que no se puede negar la importancia de un lenguaje -un aspecto formal- en toda expresión artística.
Si bien Dickie (y de alguna forma ya Danto), planteó lo que hoy se conoce como Teoría institucional, una aproximación que señala que se considera arte lo que un grupo social (denominado "mundo del arte") avale y señale como tal, creo que -en sintonía con evitar proponer una naturaleza per sé en el arte- esa "institución" ha dejado en segundo plano el artificio. Y así, si un circuito (algún sector, algún grupo de referencia del campo, en términos de Bourdieu) de arte pondera como obra una instalación carente de algún manejo artificioso donde se consignan objetos de lo más variados cuya finalidad es un juego lógico, racional, conceptual, ésta será tomada como objeto artístico.
Excremento untado en la pared, sea cual sea el concepto o mecanismo racional que implique, no puede ser tomado a la ligera como arte, sólo porque el concenso lo señale como tal. Si el realizador de tal instalación simplemente juega con un concepto, o busca decir algo con el manejo de tal concepto, sin tener al menos algún mínimo manejo de un lenguaje, sea pictórico, audiovisual o gráfico, no puede considerarse artista. Hacerlo, en base al concenso de un grupo o un sector del campo, sería un tanto simplista; de ahí que surja mal que bien la necesidad de éstas líneas en defensa del artificio.
3 comentarios:
Muy interesante, Alberto. Pero la próxima vez que escribas sobre el arte, me avisas, para darte algunas precisiones. Y, carajo, hay algo que se llama "punto seguido"
Rubén
de acuerdo alberto. existe una diferencia entre el trabajo de proyecto artistico, muy de moda en estos días y la libre discrecion de manejo plastico, infinitamente basta y reciclada en nuestros dias. respecto al ejemplo del excremento, definitivamente de acuerdo. depende de quien lo ejecute. ahora, podemos tambien caer en el error de que nuestro ejecutor forme parte de aquel circulo, y solo el podra "hacerlo" arte. y que hay de aquellos que no erstan ahi pero realmente crean efectos esteticos gracias a la manipulacion de la plastica o visual? tema dificil y agradable de discutir.
ignacio
"En defensa del artificio" abre una discusión que seguro se ha hecho en otros momentos: cuales obras son obras de arte y cuales no. En esta discusión no he participado, pero entiendo que no debiera preocuparnos mucho, particularmente por la necesidad que tiene el humano de hacer arte siempre que éste viva. Si vemos que una obra es proclamada arte por algún circuito y está carente de alguna destreza o artificio que valoramos meritorio del oficio de artista, entonces podemos afirmar sin molestia que la obra en cuestión está coja mientras nos consideremos parte del circuito o juego del arte.
Querer defender la técnica o negar la teoría institucional viene de no pensarnos a nosotros como miembros del juego, de creer que como observadores que somos la "obra de arte" está fuera de nuestros juicios. Más no pienso que esto sea el caso, participamos del arte, conozcamos o no los discursos de aquellos que producen obras sublimes, grotescas o como sean.
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