Los francotiradores
¿Es acaso una responsabilidad de los académicos, estudiosos y teóricos plantear una finalidad en su discurso? ¿Cuál es el rol que debería jugar aquel dedicado a crear teorías y analizar realidades?
Si bien no pretendo tener LA respuesta para interrogantes de tal calibre, considero, que más allá de alguna huella de paternalismo, no hay nada que obligue a un intelectual a comprometerse activamente en proyectos de cambio u orientar su propuesta en pos de elaborar esquemas alternos al statu quo.
En el mejor de los casos, se podría delinear una posible línea de fuga al modo en que se encuentra el contexto, más no hacer acción de tufos panfletarios de ningún tipo.
Creo, en cambio, que el rol del académico debe ser el de hallar aquellas incongruencias, aquellos agujeros negros en las paredes blancas que construyen las visiones aceptadas, las normalidades del sistema de pensamiento y de la coyuntura en todos sus aspectos. Ser un francotirador que dispara allí donde hay algo que decir, que criticar, que observar.
Vale recordar, por ejemplo, la respuesta que daría Baudrillard en una conferencia de prensa hace unos años, cuando le preguntaron qué proponía. Afirmó que en estos tiempos era inmoral hacerse de la razón y dase un lugar en el que uno se hacía de la solución o la respuesta.
Pues bien, el académico -en mi opinión- debería orientarse bajo tal visión. La fe ciega en planteamientos y constructos teóricos ha llevado, a la larga, al aletargamiento y a la creación de 'vacas sagradas' del mundo teórico, además, en muchs casos, de una embriaguez de intereses ideológicos. Vale mencionar, por ejemplo, la escuela psicoanalítica freudiana (que en el monumental trabajo de Deleuze y Guatarri, Capitalismo y Esquizofrenia y Mil Mesetas, es observada en sus mismos cimentos) de la que muchos propuestos se consideraron la voz irrevocable en ese campo. En el mismo sentido, se puede mencionar a las corrientes latinoamericanas de los Estudios Culturales, que muchas veces no hacen más cenrar un suerte de proyecto politicoide o transmitir un desfasado espíritu reinvidicador.
En tal sentido, la realidad ya no debe aprehenderse a través de las tradicionales maquetas teóricas (hallando en la infinita gama de sucesos cotidianos relación con sus hipótesis), sino presar atención a los devenires menores , y a los fenómenos cotidianos, a las desviaciones de la norma y a la norma que nace ellas, a todas esas pequeñas manifestaciones sobre las cuales teorizar, sin ánimos de hacerse de 'la solución' a los problemas.
El teórico no tiene porqué solucionar los problemas (ni creerse en la posición de hacerlo) sino entrar en ellos y sobre su base hallar nuevos problemas.
No debe plantear un sistema alterno, sino seguir las variaciones propias de este y hallar nuevos agujeros negros sobre los cuales "disparar".
Si bien no pretendo tener LA respuesta para interrogantes de tal calibre, considero, que más allá de alguna huella de paternalismo, no hay nada que obligue a un intelectual a comprometerse activamente en proyectos de cambio u orientar su propuesta en pos de elaborar esquemas alternos al statu quo.
En el mejor de los casos, se podría delinear una posible línea de fuga al modo en que se encuentra el contexto, más no hacer acción de tufos panfletarios de ningún tipo.
Creo, en cambio, que el rol del académico debe ser el de hallar aquellas incongruencias, aquellos agujeros negros en las paredes blancas que construyen las visiones aceptadas, las normalidades del sistema de pensamiento y de la coyuntura en todos sus aspectos. Ser un francotirador que dispara allí donde hay algo que decir, que criticar, que observar.
Vale recordar, por ejemplo, la respuesta que daría Baudrillard en una conferencia de prensa hace unos años, cuando le preguntaron qué proponía. Afirmó que en estos tiempos era inmoral hacerse de la razón y dase un lugar en el que uno se hacía de la solución o la respuesta.
Pues bien, el académico -en mi opinión- debería orientarse bajo tal visión. La fe ciega en planteamientos y constructos teóricos ha llevado, a la larga, al aletargamiento y a la creación de 'vacas sagradas' del mundo teórico, además, en muchs casos, de una embriaguez de intereses ideológicos. Vale mencionar, por ejemplo, la escuela psicoanalítica freudiana (que en el monumental trabajo de Deleuze y Guatarri, Capitalismo y Esquizofrenia y Mil Mesetas, es observada en sus mismos cimentos) de la que muchos propuestos se consideraron la voz irrevocable en ese campo. En el mismo sentido, se puede mencionar a las corrientes latinoamericanas de los Estudios Culturales, que muchas veces no hacen más cenrar un suerte de proyecto politicoide o transmitir un desfasado espíritu reinvidicador.
En tal sentido, la realidad ya no debe aprehenderse a través de las tradicionales maquetas teóricas (hallando en la infinita gama de sucesos cotidianos relación con sus hipótesis), sino presar atención a los devenires menores , y a los fenómenos cotidianos, a las desviaciones de la norma y a la norma que nace ellas, a todas esas pequeñas manifestaciones sobre las cuales teorizar, sin ánimos de hacerse de 'la solución' a los problemas.
El teórico no tiene porqué solucionar los problemas (ni creerse en la posición de hacerlo) sino entrar en ellos y sobre su base hallar nuevos problemas.
No debe plantear un sistema alterno, sino seguir las variaciones propias de este y hallar nuevos agujeros negros sobre los cuales "disparar".
1 comentario:
Si, probablemente lo sea
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