Global e irreversible
A estas alturas se ha dicho ya prácticamente todo sobre la Piratería, cuyo único fin aparente es destruir la actividad artística y a quienes viven de ella. Esta industria ha sido duramente combatida con todo tipo de campañas publicitarias y operativos policiales que, a juzgar por los resultados, han sido inútiles.
Hoy en día, ya no es extraño disfrutar del estreno de una película en la comodidad de nuestra propia casa. Diversos títulos, que son promocionados tenazmente por las compañías cinematográficas, llegan a nuestras manos incluso con varias semanas de anticipación a su proyección en las salas. Dicha situación, que en otros tiempos -o tal vez en estos pero en distintas latitudes- sería inconcebible, es parte de nuestro deambular cotidiano. La verdad es que por la misma cantidad de dinero que una persona gasta en una salida al cine, puede adquirir incluso cinco películas con una excelente calidad de imagen y a perpetuidad.
En este punto, son válidas al menos tres preguntas:
1) ¿Quién no ha comprado alguna vez algo “pirata”?
2) ¿A pesar de su informalidad, no es este recurso uno de los que genera gran cantidad de empleo y sustento?
3) ¿No es un buen camino hacia una verdadera democratización de la cultura?
Intentar buscar las causas de un problema como este en nuestro medio es una verdadera cacería de brujas, que llevaría a una sencilla conclusión: la piratería es global e irreversible. Ya no se puede desaparecer y la verdadera preocupación de los realizadores debe ser encontrar la mejor manera de enfrentarla y convivir con ella.
En países como el Perú la situación se aprecia claramente: existen a lo sumo dos cadenas de tiendas dedicadas a la venta de discos y películas originales, cuyos precios mínimos oscilan en los $15, cantidad que no puede ser pagada por el grueso de la población. Incluso la multinacional Blockbuster perdió la batalla en nuestras tierras incas, cerrando sus locales principales. Es precisamente allí donde radica la contradicción que viene perjudicando a los empresarios formales, quienes al no poder bajar los precios, entran a competir con una industria que no reconoce derechos de autor ni pagos de aduanas y -obviamente- se presenta al consumidor con la oferta más atractiva.
Pero la industria pirata no es un saco de malos atributos. Vale reconocer que muchas veces existe un mayor nivel tanto cuantitativo como cualitativo en la oferta de material audiovisual de los informales. Se ha abierto una gran puerta al material fílmico que antes sólo se podía acceder a través de catálogos o medios demasiado costosos (películas que son parte de la historia fundamental del cine, clásicos, e incluso producciones cuyo estreno nunca se daba en el país, consecuencia de la ceguera mercantilista de los productores) y que hoy por una cantidad mínima de dinero puede estar a nuestro alcance. Se podría llegar a decir que contamos con los “delincuentes más cultos del mundo”, que han sabido obtener títulos que en realidad son referentes fundamentales de la cultura audiovisual.
Por su parte, el Estado ha gastado el discurso que sostiene que lo peor de la piratería es su evasión a los impuestos. Pues debemos pensar nuevamente las cosas. La recaudación que se tiene por impuestos indirectos que hace la piratería es más del 50 % del que se obtendría con una formalidad (en el caso, claro está, de que esta funcionase). Pensemos en los millones de DVD’s en blanco que se compran, en las tintas de impresora para hacer las portadas, y en los pagos de servicios como luz, agua, seguridad, etc… Allí se encuentra una contribución invalorable, un aporte que la empresas “dentro de rigor” ni siquiera soñarían con alcanzar.
Queda recalcar, finalmente, que la verdadera piratería no surge en puntos de venta como los que existen en las distintas ciudades, sino que son quienes “cuelgan” las diversas películas en Internet los reales promotores de esta actividad que, aunque ilegal y perjudicial, brinda alimento a muchos peruanos y además, es una de las pocas que obedece realmente al modelo de mercado, definiendo su lógica y sus precios por mera interacción de la Oferta y la Demanda, sin intervención de ningún tipo. Pensemos nuevamente las cosas y notemos cómo es que, aparte de un mínimo sector del empresariado, la gran mayoría no debe mirar con tan malos ojos a los piratas.
Hoy en día, ya no es extraño disfrutar del estreno de una película en la comodidad de nuestra propia casa. Diversos títulos, que son promocionados tenazmente por las compañías cinematográficas, llegan a nuestras manos incluso con varias semanas de anticipación a su proyección en las salas. Dicha situación, que en otros tiempos -o tal vez en estos pero en distintas latitudes- sería inconcebible, es parte de nuestro deambular cotidiano. La verdad es que por la misma cantidad de dinero que una persona gasta en una salida al cine, puede adquirir incluso cinco películas con una excelente calidad de imagen y a perpetuidad.
En este punto, son válidas al menos tres preguntas:
1) ¿Quién no ha comprado alguna vez algo “pirata”?
2) ¿A pesar de su informalidad, no es este recurso uno de los que genera gran cantidad de empleo y sustento?
3) ¿No es un buen camino hacia una verdadera democratización de la cultura?
Intentar buscar las causas de un problema como este en nuestro medio es una verdadera cacería de brujas, que llevaría a una sencilla conclusión: la piratería es global e irreversible. Ya no se puede desaparecer y la verdadera preocupación de los realizadores debe ser encontrar la mejor manera de enfrentarla y convivir con ella.
En países como el Perú la situación se aprecia claramente: existen a lo sumo dos cadenas de tiendas dedicadas a la venta de discos y películas originales, cuyos precios mínimos oscilan en los $15, cantidad que no puede ser pagada por el grueso de la población. Incluso la multinacional Blockbuster perdió la batalla en nuestras tierras incas, cerrando sus locales principales. Es precisamente allí donde radica la contradicción que viene perjudicando a los empresarios formales, quienes al no poder bajar los precios, entran a competir con una industria que no reconoce derechos de autor ni pagos de aduanas y -obviamente- se presenta al consumidor con la oferta más atractiva.
Pero la industria pirata no es un saco de malos atributos. Vale reconocer que muchas veces existe un mayor nivel tanto cuantitativo como cualitativo en la oferta de material audiovisual de los informales. Se ha abierto una gran puerta al material fílmico que antes sólo se podía acceder a través de catálogos o medios demasiado costosos (películas que son parte de la historia fundamental del cine, clásicos, e incluso producciones cuyo estreno nunca se daba en el país, consecuencia de la ceguera mercantilista de los productores) y que hoy por una cantidad mínima de dinero puede estar a nuestro alcance. Se podría llegar a decir que contamos con los “delincuentes más cultos del mundo”, que han sabido obtener títulos que en realidad son referentes fundamentales de la cultura audiovisual.
Por su parte, el Estado ha gastado el discurso que sostiene que lo peor de la piratería es su evasión a los impuestos. Pues debemos pensar nuevamente las cosas. La recaudación que se tiene por impuestos indirectos que hace la piratería es más del 50 % del que se obtendría con una formalidad (en el caso, claro está, de que esta funcionase). Pensemos en los millones de DVD’s en blanco que se compran, en las tintas de impresora para hacer las portadas, y en los pagos de servicios como luz, agua, seguridad, etc… Allí se encuentra una contribución invalorable, un aporte que la empresas “dentro de rigor” ni siquiera soñarían con alcanzar.
Queda recalcar, finalmente, que la verdadera piratería no surge en puntos de venta como los que existen en las distintas ciudades, sino que son quienes “cuelgan” las diversas películas en Internet los reales promotores de esta actividad que, aunque ilegal y perjudicial, brinda alimento a muchos peruanos y además, es una de las pocas que obedece realmente al modelo de mercado, definiendo su lógica y sus precios por mera interacción de la Oferta y la Demanda, sin intervención de ningún tipo. Pensemos nuevamente las cosas y notemos cómo es que, aparte de un mínimo sector del empresariado, la gran mayoría no debe mirar con tan malos ojos a los piratas.
1 comentario:
Pache, muy bueno el de la piratería. No te equivocas cuando lo titulas Global... aquí en España hay muchísima piratería (y Blockbuster ya tampoco trabaja aquí) las tiendas de discos se caen a trozos y se están centrando quizás un poco más en videojuegos que en música y cine.
Yo no sé si será tambien ..Irreversible. Pero no imagino "solución" posible. Aquí este problema de algunos es la comida de otros, normalmente inmigrantes en situación ilegal; por lo que espero sea como tú lo has llamado. Un abrazo de tu hermana del alma
DANI
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