martes, 18 de diciembre de 2007

Los pedazos del espejo: sobre la censura

Una pintura cortada, una foto cubierta. Un libro deshojado. Cómo no deplorar la mutilación de algún producto estético.
La censura, a lo largo de la historia, se ha encargado de esa labor. Designa aquello que puede apreciarse o no, aquello que debe consumir la gente y aquello que debe rechazar.

Su imperativo ha sido, tradicionalmente, resguardar determinado sistema de creencias y costumbres sociales coyunturales (o, al menos, embanderarse de esa idea y actuar en nombre de ella). De allí que el escritor Henry Miller se centre en la censura cuando esboza una definición de lo obsceno. Finalmente lo inadecuado (o, de forma más precisa, lo que se entiende como tal) es aquello que los censores deciden. Como supuestos guardianes de la norma, estos personajes embriagados de moralina han juzgado obras de todo tipo a lo largo de la historia.

Ahora bien, si esta censura tradicional –de conservadurismo idiota y fundamentalista– es reprochable en extremo, peor aún es ser testigos de alteraciones y prohibiciones que se establecen basados en intereses económicos de ciertos grupos.
Que la censura se establezca ya no para resguardar supuestas “buenas costumbres” sino para acaparar públicos más numerosos merece todo tipo de desméritos. Así, lo ocurrido hace casi un mes en nuestro medio con La mujer de mis pesadillas (The heartbreak kid), de los hermanos Peter y Robert Farrelly, es la expresión más patética de la acción censora.

No fue un organismo o institución el que vetó de alguna forma el contenido de la película, sino la distribuidora nacional UIP, que tuvo la mezquina idea de ‘tapar’ con rectángulos negros ciertas tomas. Éstas correspondían a una clasificación para mayores de 18 años. En ellas, se mostraba el portentoso miembro erecto de un burro y un primer plano de una vagina con un piercing (en el caso de esta última, el susodicho rectángulo ocupa buena parte del écran).

En aras de obtener mejores ingresos, los señores de UIP optaron por atentar contra la integridad del filme, dejando la clasificación para mayores de 14 años, convocando así mayor taquilla. Una muestra realmente triste de que por más dinero poco importa dar al público un producto incompleto, modificado, finalmente adulterado. Pareciera además que esta actitud de estafa –pan de todos los días en el Perú– pasara desapercibida en las salas de cine comerciales, donde el gran público repara muy poco en el hecho y casi no se ha manifestado.

Han sido pues personas relacionadas con el medio de prensa cinematográfica quienes se manifestaron en torno al hecho, desde los artículos publicados en blogs de cine como Paginas del diario de Satán o Los cinerastas también empezaron pequeños, hasta el artículo de Isaac León Frías en El Comercio y la pronunciación oficial de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI).
La repercusión de tamaña barbarie ha trascendido nuestras fronteras, mereciendo opiniones en espacios extranjeros de discusión cinematográfica. Incluso, según señaló el blog chileno Blogdecine, la misma censura habría sido aplicada en México.

No queda entonces otra cosa que repudiar y señalar cuanto se pueda esta soberbia actitud de las distribuidoras, que por lo general ya “censuran” muchos títulos que nunca llegan a nuestras salas y, no satisfechos con eso, van en busca de más dinero aunque implique estafar al público.
Si para el cineasta Ettore Scola el cine era “un espejo pintado”, actitudes del talante de lo aquí señalado, nos dejarían solo con un espejo roto y sin pedazos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

De polvos y joyas: una breve crónica

Desde los capítulos perdidos de El Narrador de Cuentos hasta copias de películas dejadas por sus propios directores (pasando, claro está, por Telo Cholo), Polvos Azules lo tiene todo.

Es media tarde y una excursión por los pasillos del Centro Comercial me enfrenta con algo inesperado en cada stand. Conforme avanzo del pasaje 15 al 20, me doy con una puerta abierta a toda la variedad de géneros que existen. Obras maestras de la comedia de los cuarentas y cincuentas saltan a mi vista, cuando atravieso el pasillo 16. Mientras en el 18, Pierre, el loco de Godard me coquetea desde la vitrina al tiempo que Tristana de Buñuel parece imponerse. Verdaderas rarezas, que de otro modo serían inaccesibles, aquí están al alcance de mi mano y –mejor aún- de mi bolsillo. Siguiente pasadizo y Latinoamérica me regala sus visiones del cine.

Quienes distribuyen el material aquí han sabido obtener títulos que son parte de la cultura audiovisual si se busca algo especializado, pero no han descuidado por ningún motivo aquella producción que no tiene una pretensión exquisita y es también referente obligado para cualquiera. Temporadas pasadas de series muy populares llenan cientos de vitrinas al lado de dibujos animados inmortales. Me sorprenden las sagas del Chavo del Ocho y Tom y Jerry, junto con recopilaciones de Topo Gigio. Y entonces, frente a mis ojos, aquel viejo pelo gris lleno de imaginación: El Narrador de Cuentos. ¡Completo! ¡La serie entera! Toda una joyita del imaginario popular y un recuerdo claro en mi cabeza. Ni Kevin Arnold o Jiban (también presentes), pueden acercarse a semejante hallazgo.

Pasos más allá reviso la mercancía y vuelve otro recuerdo -igual de grato pero distinto- cuando veo aquella portada clara con letras negras: La serie rosa. Un vistazo al lugar y me descubro frente a una de las mayores congregaciones de contenido erótico y pornográfico del continente. Películas de todos los tiempos (desde Garganta Profunda hasta Anal Express) comparten el espacio, plagado de cuerpos desnudos y nombres que le resultan familiares a alguien entendido en el asunto. Broke Heaven, Jenna Jamenson, Allie Sin, TT Boy o –el maestro- Ron Jeremy, cubren las paredes de los puestos. De pronto se acerca un vendedor y – muy discreto- me dice: “también tengo estas de acá”. Se refiere a Telo Cholo, compendio de sexo filmado a modo de cámara escondida en hoteles de Lima.

Compro las películas necesarias y bajo al sótano, donde uno se encuentra –sin el menor ánimo de exagerar- con toda la música del planeta. DVDs de conciertos, álbumes raros, polos, afiches, juguetes y millones de CDs de los más variados artistas aparecen por doquier. En el mismo stand, toda la discografía de The Smiths y de Chacalón se ofrece junto a Metallica, Juan Luis Guerra y Rachmaninov. A su lado, otro se ha especializado en música celta y, pasos más allá, está aquel que sólo vende salsa cubana clásica.

Polvos Azules sorprende a cualquiera. Basta con recordar que algunos directores extranjeros que participaron de un conocido festival de cine, dejaron de sus manos ejemplares de sus propias películas para que todos tuvieran acceso a ellas, y que algunos grupos de rock traen sus discos aquí sin considerar por motivo alguno disqueras oficiales.

Un par de vueltas más y subo. Paso por la zona de ropa, la de licores, dejo atrás los pasillos de zapatos, maletines, aparatos y salgo. Hay de todo y para todos. Sólo hace falta echarse a buscar para descubrir que en medio de Polvos están las joyas.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Sobre la crítica: Una vieja discusión

Muchas veces el oficio del crítico termina como uno de los peores vistos –o menos entendidos, en el mejor de los casos– por la opinión general.
El público mayoritario no suele valorar el trabajo de quienes, basados en criterios estéticos o enfoques sobre la forma y los lenguajes, emiten una opinión especializada en torno a las manifestaciones artísticas. Sin embargo, en el caso de la literatura o las artes plásticas, la opinión de los críticos al menos va en sintonía con la de una buena porción de los consumidores de tales manifestaciones, quienes –y valga decirlo– tampoco son la mayoría en nuestro medio. Con el cine suele ocurrir lo contrario.

El público masivo, aquél que llena las salas y conforma las taquillas no sintoniza con –ni comprende a veces– la opinión de los críticos.
“Estos han visto otra película” suele ser el comentario frecuente de una mayoría que no maneja los criterios formales ni las valorizaciones del lenguaje audiovisual o teoría narrativa que tiene un crítico (lo cierto es que tampoco estaría obligada a hacerlo). Finalmente, la opinión del crítico es especializada precisamente por eso. Un espectador promedio, por más cine que consuma, de no manejar estos criterios no podría ejercer la crítica tal cual, sino manifestar una opinión argumentada a partir de los afectos o sensaciones que le produce cierto producto visual-sonoro.

La crítica cinematográfica, pues, estriba sobre criterios formales, critica aquello que está en la pantalla, el producto sensorial final y no los propósitos o las buenas intenciones que se pretendieron plasmar en él.

El todo
Hace un tiempo, en un foro de Internet, se entablaba una discusión acerca de este tema. Mientras algunos afirmaban que una crítica era, en sí, más un afecto evocado a partir de los artificios propios del cine, otros argumentaban que era una suerte de desmenuzamiento de la película en aspectos minuciosos y en dualidades del tipo forma/fondo.
Lo cierto es que enfrentarse a un producto audiovisual no supone necesariamente una aproximación analítica, es decir, un acercamiento a modo de descomposición para tener partes o aspectos puntuales que observar. Que una película funcione o no, depende del conjunto, de la obra terminada vista como un total. Una película no es la actuación desligada de la fotografía, todo sobre el soporte de una determinada melodía. El cine es más que la suma de sus elementos. Se trata de una sinergia donde el todo no puede analizarse en base al análisis de sus partes. Esto no quiere decir, por supuesto, que no puedan darse casos –que se han dado innumerables veces– en los que una opinión sobre el guión sea más favorable que sobre la banda sonora o la actuación. Pero claro, de lo que se trata finalmente es de la crítica sobre la totalidad de la película, en cuyo caso tales aproximaciones no son más que un elemento cuyo logro final estribará sobre lo que funcione como producto total.

Decir que un crítico cinematográfico se especializa en la crítica de determinado aspecto de los elementos de lenguaje audiovisual es, según lo veo, una falacia ingenua. La idea del crítico es la de aquel cuyas opiniones estriban sobre la totalidad del producto bajo parámetrosformales que maneja en forma especializada y –cosa importante– tengan como referente un manejo no sólo de estos sino también de buena cantidad de otros productos, películas. Es poco concebible el crítico cuyo “consumo audiovisual” sea escaso o limitado según criterios como el género o cualquier otro elemento externo a la realización.


Los soportes y lo soportable
Tradicionalmente el ejercicio de la crítica se había visto circunscrito por la formalidad institucional. Antaño, este siempre se dio bajo el respaldo de un medio de prensa escrita (diarios, revistas, etc..) o en medios cuyo eje temático fuera el cine, pero que tuvieran el respaldo que siempre constituye el soporte impreso.
Sin embargo en nuestros días, inscritos ya en los ordenadores, la imagen numérica y el indiscutible apogeo de la era de la red, la institucionalidad de los medios (y el mismo universo mediático) ha sufrido una variación radical.

La crítica ya no se ejerce, en su mayoría, bajo el amparo de la institución que constituían los medios impresos. Si bien tal práctica goza de buena salud y aún gran número de personas la llevan a cabo, la actividad mayoritaria se realiza a través de páginas (esta es un ejemplo), foros, grupos de interés y sobre todo blogs.

Si bien asistimos a una suerte de democratización de la crítica cinematográfica (y, en su expresión más amplia, de la prensa cinematográfica), existen riesgos que inevitablemente se dan en paralelo con tal fenómeno.

El amparo de un “espacio” virtual permite no sólo una llegada más amplia que la de los medios impresos, sino también trae una regularización menos rígida. Quiero decir que uno de los aspectos menos favorables de esta apertura de soportes virtuales es una suerte de libertad plena para expresar cualquier tipo de opinión sin base fundamentada o, en el peor de los casos, de temas que estriban sobre lo netamente personal y utilizan lo cinematográfico como pretexto para aparecer “colgados” en la net.

Lógicamente no se trata de la mayoría de casos, pero es innegable que la apertura total que suponen los espacios en red traigan no sólo un mayor acceso a información relacionada con aspectos del cine (vale decir que esto ocurre en el contexto de cualquier temática), sino una especie de “libertinaje” que suponga no sólo opiniones infundadas (gente que hace crítica sin ser crítico, que hable de cine desde la posición del especialista sin serlo de ninguna forma, etc…), sino la preponderancia de aspectos extra-fílmicos que busquen soterrarse bajo el amparo de la referencia al mundo del cine y sirvan para el desfogue personal, junto con el insulto, la burla, el anonimato y hasta – referencias hay innumerables en nuestro medio– suplantación de identidad.

Puede tratarse de una discusión vieja, es cierto, que supone los criterios de principios tan básicos y antiguos como la tan mentada libertad de prensa, pero la recurrencia sobre incidentes que se suponen ya saldados siempre permiten una discusión permanentemente válida, que tenga en claro qué se entiende por hacer crítica cinematográfica –o cualquier actividad de prensa– y que considere que pese a la infinidad de soportes ya existentes (y aún con la nueva infinidad que está por llegar), siempre hay un límite para lo soportable.

martes, 30 de octubre de 2007

Sobre aquello que nos hace

Somos un simulacro. Quizás el planteamiento, en plena era de los ordenadores, la imagen numérica y los procesos virtuales, pueda parecer algo obvio. Sin embargo, algunos pensadores franceses vislumbraban esta idea hace casi tres décadas, mucho antes del Internet y de que cada quien tuviera una computadora en casa. Así, Deleuze, Bourdieu, Baudrillard, Foucault, Lyotard y otros, se animaron a plantear que, en nuestro andar cotidiano, somos ya una construcción, pero no sólo en lo que proyectamos hacia los otros, sino que nuestra identidad (o una idea de ella) es ya un continuo hacerse y deshacerse, un simulacro donde los a priorismos quedan de lado.

Todos vamos interpretando roles, (de)construyéndonos y (re)construyéndonos a diario y en distintos espacios, incluso en el propio inercial. Más que entes con una naturaleza dada per sé a un nivel cultural o de sentido, somos dispositivos que se constituyen según sea necesario. La identidad ya no es aquello que nos hace, sino aquello que se hace.

En ese escenario, de construcciones constantes, todo aquello de lo que pueda tomar mano el hombre para construirse es válido. Y vale dejar en claro que no se trata de una construcción formal, de apariencias, sino que a través (y debido a) manifestaciones construidas, se reedifican también las formas de concebir el mundo y de aprehender conocimiento. Es un cambio epistémico y ontológico.

De allí que sea válido abandonar la idea de una naturaleza, una esencia humana o una suerte de impronta simbólica. De pronto, las prácticas no están circunscritas en un marco ya dado, sino que superan sus significaciones tradicionales y constituyen al actor social y de su puesta en escena cotidiana1. Es una lógica teatral: la otrora idea de identidad es más bien el simulacro que hace al personaje, territorializa al ser que Deleuze encontraba constantemente desterritorializado.

Es allí, donde descubriremos cómo en plena posmodernidad, plagada de mezclas y combinaciones (en pleno estadío donde la producción cultural hace manifiesto aquello que los posmodernos ya hallaban años atrás), ciertos componentes del imaginario de la urbe, popular, se combinan y fusionan con estilos tradicionales, deviniendo en entes híbridos, de una estética y manifestación cultural que no teme explorar espacios nuevos.

El hombre se atraviesa hoy por prácticas diversas, por discursos que, a modo de vectores, lo relacionan con fuerzas en infinitos movimientos que constituyen lo denominado como cultura. Valga decir, por ejemplo, que toda la producción del imaginario es ya, como señala Baudrillard, la fuente de un estadío fractal, de pedazos, donde aferrarse a la idea de ser un algo, de poseer una identidad de cualquioer tipo no es probablemente lo más acertado.

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1 Esta idea, de la interacción social como una representación, a manera de actuación en tarima ha sido ampliamente tratada y planteada por Erving Goffmann, véase: GOFFMAN, Irving; “La presentación de la persona en la vida cotidiana”; Editora Amorrortu; Buenos Aires; 1994

miércoles, 3 de octubre de 2007

Los francotiradores

¿Es acaso una responsabilidad de los académicos, estudiosos y teóricos plantear una finalidad en su discurso? ¿Cuál es el rol que debería jugar aquel dedicado a crear teorías y analizar realidades?
Si bien no pretendo tener LA respuesta para interrogantes de tal calibre, considero, que más allá de alguna huella de paternalismo, no hay nada que obligue a un intelectual a comprometerse activamente en proyectos de cambio u orientar su propuesta en pos de elaborar esquemas alternos al statu quo.
En el mejor de los casos, se podría delinear una posible línea de fuga al modo en que se encuentra el contexto, más no hacer acción de tufos panfletarios de ningún tipo.

Creo, en cambio, que el rol del académico debe ser el de hallar aquellas incongruencias, aquellos agujeros negros en las paredes blancas que construyen las visiones aceptadas, las normalidades del sistema de pensamiento y de la coyuntura en todos sus aspectos. Ser un francotirador que dispara allí donde hay algo que decir, que criticar, que observar.

Vale recordar, por ejemplo, la respuesta que daría Baudrillard en una conferencia de prensa hace unos años, cuando le preguntaron qué proponía. Afirmó que en estos tiempos era inmoral hacerse de la razón y dase un lugar en el que uno se hacía de la solución o la respuesta.

Pues bien, el académico -en mi opinión- debería orientarse bajo tal visión. La fe ciega en planteamientos y constructos teóricos ha llevado, a la larga, al aletargamiento y a la creación de 'vacas sagradas' del mundo teórico, además, en muchs casos, de una embriaguez de intereses ideológicos. Vale mencionar, por ejemplo, la escuela psicoanalítica freudiana (que en el monumental trabajo de Deleuze y Guatarri, Capitalismo y Esquizofrenia y Mil Mesetas, es observada en sus mismos cimentos) de la que muchos propuestos se consideraron la voz irrevocable en ese campo. En el mismo sentido, se puede mencionar a las corrientes latinoamericanas de los Estudios Culturales, que muchas veces no hacen más cenrar un suerte de proyecto politicoide o transmitir un desfasado espíritu reinvidicador.

En tal sentido, la realidad ya no debe aprehenderse a través de las tradicionales maquetas teóricas (hallando en la infinita gama de sucesos cotidianos relación con sus hipótesis), sino presar atención a los devenires menores , y a los fenómenos cotidianos, a las desviaciones de la norma y a la norma que nace ellas, a todas esas pequeñas manifestaciones sobre las cuales teorizar, sin ánimos de hacerse de 'la solución' a los problemas.

El teórico no tiene porqué solucionar los problemas (ni creerse en la posición de hacerlo) sino entrar en ellos y sobre su base hallar nuevos problemas.
No debe plantear un sistema alterno, sino seguir las variaciones propias de este y hallar nuevos agujeros negros sobre los cuales "disparar".

sábado, 30 de junio de 2007

Sexualidad y control: una perspectiva foucaultiana

Enciendo el televisor y me encuentro con "Alessandra: la sexóloga favorita de latinoamérica" en FoxLife. Inevitablemente veo parte del programa… ¿Realmente la gente se cree tan liberal por hablar hasta el hartazgo de sexo?

Deberían saber, al menos, que es precisamente el espacio de lo no-dicho aquello más libre, que es una mirada del poder –controlador, normalizador y normatizador– la que propone tales afanes de saberlo todo, de conocer y –por ende– controlar.

Si la proporción fálica, la duración del coito, la forma del cuerpo femenino y ciertas reacciones inevitables (gemidos, gritos, etc…), junto con las prácticas contranatura y muchas otros, son fantasmitas comunes de la sexualidad occidental, se debe a que este discurso se encuentra más que nunca bajo una lógica de control. Que la sexualidad no se ejerza de forma libre, sin miramientos psicoanalíticos ni patologías o desviaciones de ninguna clase se debe precisamente a que, dentro de la intención primaria del sistema (la producción), el sexo representaba en sus albores decimonónicos aquello salido del esquema, aquello que debía encauzarse dentro de esta i-lógica esquizofrénica.

Armatostes teóricos racionales de las más diversas formas, fueron introduciéndose a lo largo de los últimos cuatro siglos con parámetros de lo normal, transformando la libertad del sexo en una pantomima pre-victoriana de su práctica. Ahora, en medio de una embriaguez psicoanalítica, marxista o moderna, el “encierro” de la sexualidad no se daba –únicamente– por lo postulado de forma explícita por ciertas teorías (afirmar eso sería un simplismo inocente), sino que, como ocurre con el poder, su verdadero efecto estaba en lo no dicho, en el mismo hecho de que se produjeran estos discursos y en el tabú que implicaba –e implica hasta hoy– cualquier comentario o alusión acerca del sexo. Pues, entonces, que no venga nadie a decir qué está bien o no en el campo del sexo, qué es lo normal y qué lo enfermizo o lo poco atrayente. Esa es, en realidad, la actitud menos liberal y menos abierta posible. Es la más encauzada en el control, es la aceptación fehaciente de que el sexo es un discurso aparte, de que se debe hablar de en un espacio diferente, además de ser un listín más o menos maquillado de nuevas normalidades y desviaciones. Ni Alessandra ni nadie, por más sexóloga que sea (la sexología –nótese– es otro discurso de lo mismo) puede decir que está bien o no, ni pretender liberal algo con una cháchara que no hace más que encarcelarlo con mayor fuerza: la fuerza sutil de lo amable y fácilmente aceptado.

Vale terminar pues con algo bien señalado por Foucault en su “Historia de la Sexualidad”:
“¿Censura respecto al sexo? Más bien se ha construido un artefacto para producir discursos sobre el sexo, siempre más discursos, susceptibles de funcionar y surtir efecto en su economía misma.”(Foucault, Michel; "Historia de la sexualidad: La Voluntad de Saber";Editorial Siglo XXI; Mexico; 1986; pp.32)

Violemos la peruanidad

El Perú es una pachamanca. Personas con modos de vida premodernos conviven junto a quienes se hayan en plena posmodernidad. Cada uno con producciones simbólicas distintas, que se rozan, coquetean y copulan en deliciosas mezclas. Fusiones que podrían dar pistas de una ilusoria -y desde ya utópica- idea de nación. En tiempos donde la política es menos protagonista que los capitales trasnacionales, y los medios a nivel global han devenido en hiperrealismo, aferrarse al quiste del moderno (y agónico) Estado-nación, no es más que ir tras un fantasma.

En tales circunstancias, pues, no se debe ver a la Cultura como un rótulo diferenciador. Que aquellos de la selva tienen una “cultura” distinta y que los pobladores andinos que migraron a Lima tienen otra, o que debamos respetar a los otros y convivir con ellos, constituyen discursos bastante desfasados y caídos del palco. Son precisamente algunos científicos sociales quienes han marcado claramente esta visión de el otro, en aras de obedecer a un estudio metodológico y esquemático (cientificista a ultranza) de fenómenos sociales que requieren de un tratamiento distinto, de parámetros menos rígidos y alcances fenomenológicos.

Es allí donde aquella idea de cultura se hace peligrosa. De pronto ante la pregunta ¿qué es ser peruano? se dice, casi como en figurita de postal, que “el Perú es un crisol de culturas reunidas, cada una con su espacio”, y se nos vende el cevichito, el fútbol, Machu Picchu y una que otra marinera. Una visión que ante todo homogeneiza, y persigue el fantasmita coquetón de UNA peruanidad, LA peruanidad.
Pero no hay un simplismo más reduccionista que este. La cultura no es un ente que está aquí o allá. Debe entenderse como una amalgama, una suerte de malagua que está en todas partes y -como un mutante silencioso que atraviesa lo social- va nutriéndose de cualquier cosa y las mezcla en sí mismo.

Lo que se debe hacer, si de alguna forma se pretende construir una tan mentada nación peruana, es violar la idea de una peruanidad, ultrajarla y destrozarla, para tomar a la mezcla como pívot de toda la amalgama de producciones simbólicas que existen en el país. Esto teniendo en cuenta que el concepto de nación no puede tomarse como el de un ente cerrado. De conseguirse, la “nación peruana” no debe entenderse dentro de líneas limítrofes, sino como parte de la misma amalgama, esta vez a un nivel global.

domingo, 17 de junio de 2007

De regreso...

Volveré a escribir en este espacio desde el Lunes 25 de Junio. Han pasado casi ocho semanas y, ciertamente, ese tiempo ha ayudado a organizar mejor todo aquello que en otro momento impedía una continuidad en la publicación. Gracias a quienes, a pesar de todo, siguieron leyendo este blog y me enviaron sus comentarios.

viernes, 20 de abril de 2007

Un breve descanso...

Nadie es de fierro. Las limitaciones pueden ser temporales o personales, quizás ambas, qué más da. De cualquier forma escribo estas líneas a quienes revisan (en un sacrificio de tiempo que agradezco mucho) este pequeño blog y me han dejado sus comentarios aquí o en el mail alpabeny@gmail.com, y quienes están por revisarlo, para decirles que habrá un silencio reconocido de al menos unas semanas. Hasta entonces, gracias. Espero recibir noticias suyas.

martes, 13 de marzo de 2007

Seduciendo a la eternidad: adiós a Baudrillard

"Los nómades no tienen historia,
sólo tienen geografía"

Claire Parnet

Jean Baudrillard, uno de los pilares del pensamiento postmoderno, falleció el 7 marzo de este año, dejando claro que superó a la realidad.
Nacido en Reims, Francia, este filólogo cuyo pensamiento atravesó por varias etapas (desde una primera cercanía al marxismo hasta su estudio de la hiperrealidad mediática), ocupa un lugar al lado de Foucault, Deleuze, Lyotard y todos los que fueron parte de la corriente post-estructuralista.
Su obra, aunque ensayística, coqueteaba con el estilo de una producción literaria, al proponer ideas donde muchas veces los conceptos se tornan perversos, variando el sentido que tienen tradicionalmente, develando un crisol de nuevas significaciones. Aunque se le incluye como teórico de la Posmodernidad, marca una distancia con planteamientos de inclinación Foucaultiana, sosteniendo que la sociedad posmoderna no es tanto la sociedad de control llevada a extremo (todo basado, afirma, en una “ontología del presente” que no considera cabalmente en rol mediático), sino una sociedad que se vuelve laxa y sitúa su eje en los medios.

Más real que lo real
Baudrillard teorizó la forma en que el universo mediático se ha convertido en una realidad más real que lo real. Los medios, señala, se constituyen en la base del imaginario de las sociedades de hoy, para lo que centró su análisis en la sociedad estadounidense. Así, el modo en que vivimos es un simulacro donde todo suceso termina convertido en lo que se delinee mediáticamente de él. De la mano con esta idea surge el concepto de Videopolítica, que refiere al modo en que el sistema democrático se ha convertido básicamente en un sistema icónico, donde los hechos políticos desaparecen bajo las muestras mediáticas que puedan hacerse de ellos.
A un nivel espistemológico, todo el conocimiento, las formas de pensar –e impensar- el mundo devienen de la pantalla, su hiperrealismo y sus afanes –compartidos por la cultura occidental- por instrumentalizarlo todo.

La seducción
En su libro De la seducción, presenta un análisis del sentido que tiene este término, configurándose como el juego, el espacio gris, de lo incierto y estrategias de persuasión de lo no explícito. Además asocia el sentido que la seducción tiene en torno a la feminidad, en contraparte del sentido netamente masculino del capitalismo. Baudrillard agrega que la sociedad de hoy es Pornoestéreo, dado que el sexo también se ha convertido en un simulacro mediatizado, que halla su base en la alegoría que la pornografía ha hecho de él.

sábado, 10 de marzo de 2007

Leave the kids alone!

Ha terminado la primera semana escolar de clases, con una nueva disposición del gobierno en marcha: el inicio del período académico durante los primeros días de marzo y una hora más en los horarios de todos los colegios.

Partamos por ser realistas: el sistema educativo está en crisis. Nuestro presupuesto no cuenta con una partida lo suficientemente amplia como para cubrir las necesidades. Maestros mal pagados o un equipamiento e infraestructura que dejan mucho que desear, son algunas de las consecuencias. No debemos pues, en el marco de esta penosa realidad, exigir utopías a quienes apenas pueden sostener un edificio enclenque, no hay comparción entre nuestra educación pública y la de países como Argentina o Brazil. Sin embargo, tampoco se nos puede satisfacer con facilismos.

Una hora, un día o un año más dentro del colegio no garantizan en ningún sentido una mejor formación académica. La concepción, casi fabril, que se tiene hoy en día de la educación es el problema central. Con un sistema donde se forman estudiantes en masa, sin prestar atención alguna a las particularidades ni habilidades, además de los limitadísimos recursos, se cuenta con un problema ciertamente estructural y no con un asunto de horarios ni tiempo. Al final, una hora más es sólo un poco más de desesperación en el rostro del chiquillo que quiere ir a su casa.

Que se pretenda poner un parche pequeño sobre un hoyo demasiado grande es otra cosa. Alan García sale campante y dice que se mejorará el sistema dándole más educación a los alumnos...¿Más educación? Tiempo no es aprendizaje. Mientras no se cambien las ectructuras, los programas, los contenidos y sobre todos LAS FORMAS de enseñanza, el problema seguirá en pie. A profesores que ni siquiera quieren ser evaluados, cargarles una hora más de esfuerzo con el mismo sueldo suena a nada. Son 60 minutos más de autismo al día, de hablar prácticamente con uno mismo y repetir la paporreta de todos los años.

Iván Illich, un teólogo y filósofo austriáco que realizó investigaciones en latinoamérica, decía ya hacia los años setenta que la educación del sistema escolarizado era realmente ineficiente, y así el esfuerzo invertido en más de una década de aprendizaje de tipo institucional bien podía ser reeplazado por unos pocos años de auto-aprendizaje. Más allá de mejoras instrumentales, decía, lo que debe propiciarse es una acercamiento de la gente a la educación que le sea realmente relevante. Una suerte de Círculos de interés acádemico para reemplazar la dependencia de una educación (y de paso una sociedad netamente moderna) que funciona sobre la base de avejentadas e ineficientes instituciones.

Si Illich viera que, después de casi cuarenta años, la situación no ha cambiado (incluso contando hoy con herramientas que -como Internet- ponen el conocimiento al alcance de todos), probablemente vería aquella propuesta -en su momento calificada como un "radicalismo absurdo"- con mayor vigencia que nunca.

¿Qué consecuencias traerá entonces esta medida a nuestra maltrecha educación pública? Al parecer la peor de todas: Nada. Ningún cambio positivo ni en contra. Será una de las tantas cosas que no altera el desolador panorama de nuestra realidad. Los alumnos seguirán esperando pararse de la carpeta (ahora con una hora más de ansiedad) sin que eso signifique algún viraje significativo, sin una mayor amplitud de criterio, un bagaje de conocimientos más rico, ni mejores habilidades críticas, supuesto fin de toda actividad formativa.

lunes, 5 de marzo de 2007

"El evangelio según Bugs Bunny"

James Cameron le saca canas verdes al Papa con el anuncio de su próximo documental "La tumba de Cristo", en el que se propone -junto con el documentalista Simcha Jacobovici- remover los cimientos de la religión Católica. Su teoría señala que el osario encontrado en Jerusalén con la inscripción "Jesús, hijo de José", acompañado por otros ("María, la del maestro" y "Judas, hijo de Jesús"), pertenecen al profeta que no ha pasado de moda en 2000 años y a su supuesta familia.
El hallazgo se realizó hace más de veinte años y se ha revelado recién ahora, luego de tanto Código Da Vinci y cuestionamientos (más escándalos mediáticos que serias propuestas teóricas) sobre la divinidad del Mesías, algo que obedece no tanto a un altruismo revelador e ilustrativo, sino a una muy bien diseñada estrategia de Marketing.

Desde hace poco más de una década han surgido más de una decena de documentales orientados a revelar la verdadera naturaleza de Cristo, su modo de vida, cuán humano fue, si, como todos, fornicó y quedó muerto sin levantarse luego. La Iglesia Católica, que tiene como una de las piedras angulares de su fe la castidad de Jesús y La Resurrección, ha respondido a todos con el mismo argumento: "se trata de un afán escandaloso, poco serio, que busca el desprestigio. Un buen creyente no debería ver esa clase de cosas".

No soy católico, ni protestante, ni ortodoxo; me declaro agnóstico y quizás por eso, si Jesús tuvo o no una cana al aire o si se hizo zombie, no me parece algo del todo determinante; sin embargo, concuerdo con un pastor protestante cuando señala que vivimos el tiempo del Evangelio según Bugs Bunny, donde la esencia del asunto parece un "qué hay de nuevo, viejo".

Primero fue un libro titulado "Holly Blood, Holly Trial"...Holly WOOD (inspiración para un archiconocido "Código Da Vinci"), luego vinieron películas del tipo "El Cuerpo", un fracaso donde actuó Antonio Banderas y una serie de documentales (como "El Éxodo", anterior trabajo conjunto de Cameron y Jacobovici, acerca del éxodo guiado por Moisés hacia la Tierra Prometida) donde reconocidas figuras pretendían, como buenos embriagados de la Modernidad, ponerle el toque cientificoide a unas propuestas donde se esboza la desdivinización la figura de Jesucristo. El año pasado el último gran anuncio lo trajo "El evangelio según Judas", presentado en National Geographic Chanel, que causó el revuelo entre el público y el escándalo de uno que otro Cardenal y el mismo Papa.

Lo que nadie se puso a averiguar es que en la gran mayoría de esas producciones (por no decir en todas) ha estado involucrado de algún modo u otro (ya sea directamente o a través de productoras) James Cameron. El director de Titanic o es el anticristo o uno de los mejores mercadólogos de la historia. Obviamente, el Anticristo debería ser un tipo mucho más interesante.

Pero la verdad es que, si los huesos son o no son de Jesús, eso no importa. La gente seguirá teniendo su fe, el Vaticano su misma estructura (y poder) anquilosada, y el mundo su ritmo de siempre. Lo que se ha creído durante milenios (y todo lo que ese credo implica), no va a cambiar realmente porque un cuerpo hallado sea o no lo que dicen.

jueves, 1 de marzo de 2007

La otra Caverna: Sobre el homo videns y la democracia - Parte 2

Una bonita idea…
Libertad de expresión, reflexión por -y para- un gobierno de leyes e igualdad. Sí, definitivamente la Democracia es una bonita idea.

“…Decía que a la democracia representativa le basta, para funcionar, que exista una opinión pública que sea verdaderamente del público. Pero cada vez es menos cierto, dado que la videocracia está fabricando una opinión sólidamente hetero-dirigida que aparentemente refuerza, pero que en sustancia vacía, la democracia como gobierno de opinión. Porque la televisión se exhibe como portavoz de una opinión pública que en realidad es el eco de regreso de la propia voz…”
(SARTORI, Giovanni; “Homo Videns. La sociedad teledirigida”; Editorial Taurus; Madrid; España; 1998. pp. 8)

Sería ingenuo creer que la aparición –casi evolutiva- del homo videns, y la misma presencia de una cultura destellar, destruirán la Democracia, pero hay que ser conscientes de que, al menos, transformarán lo que hoy implica. Sartori encontró dos de los principales problemas de la video-política, en que tendía a Personalizar y a Emotivizar el actuar político de los agentes . Este es un problema de círculo vicioso, pues la sociedad que vota y se deja dirigir en base a rostros y simpatías, es una sociedad que no ha desarrollado un verdadero sentido crítico. Entonces, cómo pedirle a personas que son bombardeados sólo con contenido Light y efímero que critique dicho contenido.

“…Yo lo interpretaría así: el vídeo-dependiente tiene menos sentido crítico que quien es aún un animal simbólico adiestrado en la utilización de los símbolos abstractos. Al perder la capacidad de abstracción perdemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso…”
(SARTORI, Giovanni; “Homo Videns. La sociedad teledirigida”; Editorial Taurus; Madrid; España; 1998. pp. 38)

Un hombre de imágenes, por imágenes se regirá. En relación al desarrollo de instituciones tradicionales (como ocurre con el sistema democrático) eso es perjudicial en las mismísimas entrañas del sistema, puesto que dichas instituciones obedecen a un manejo lógico racional de tipo lineal, una inteligencia literal, si se quiere expresar, no un razonamiento pictórico o hipertextual. Quizás lo que deba cambiar no sea realmente un manejo mediático, sino la forma de hacer política, de aproximarse a la democracia.

Una sistema democrático con libertad real e igualdad no es el nuestro. En estos días, al igual que todo, la democracia se arma de pedazos, de imágenes fragmentadas que no están haciendo más que disfrazarla de utilitarismo cortoplacista. Pero el sistema, como bien señala Wallerstein , se reacomoda buscando un orden que le permita perpetuarse. El sistema se trasforma y seguirá siendo el mismo aunque diferente. La video-realidad de nuestros días no es más que la otra caverna, más nueva, posmoderna, en la que se alberga el hombre, que ahora ha evolucionado y es casi otro hombre, un homo videns.

Pero Giovanni, tampoco es el diablo…
Tal como mencioné, para la lógica de una institución tradicional, el razonamiento del homo videns y su naturaleza pueden ser perjudiciales, sin embargo, considero que posiciones como las de Sartori menosprecian en gran medida la riqueza que puede brindar esta cultura de la imagen. El bombardeo de información desde todo medio, en toda dirección y sin una tradicional linealidad puede estar soterrando todo un nuevo ámbito de conocimiento. Muy aparte de los canales, evidentemente distintos a niveles tecnológicos e instrumentales, las formas de conocimiento en sí están variando de forma interesante. Un ejemplo digno de mencionar es el de los hermanos Wachowski, escritores de la película Matrix. Estos cineastas plantearon en su filme todo el postulado Cartesiano sobre el genio maligno y la introducción a su famosa Duda metódica , en una atrayente obra de dos horas.

Los Wachowski confesaron en alguna entrevista, que jamás en su vida habían leído algo relacionado con la filosofía y que su formación se había hecho en base a películas y series de todo tipo y de todas las latitudes.

Otro caso es el del escritor José Mauro de Vasconcelos, un autodidacta que hacia sus últimos años de vida confesó que consumía mucha televisión y había hallado en ella una nueva forma de entender las cosas, un conocimiento de otro modo inaccesible.
Ejemplos aparte, las imágenes y los discursos audiovisuales, no sólo atentan contra una inteligencia de tipo lineal (erróneamente endiosada); también promueven el desarrollo de una sensibilidad particular, creando accesos a concepciones de mensajes que de otro modo hubieran quedado vetados por un simple determinismo.
No se puede pretender ver como una panacea la libertad del discurso icónico (hoy casi es libertinaje), pero, seamos realistas, tampoco es el diablo.

La otra Caverna: Sobre el homo videns y la democracia - Parte 1

El hombre nuevo en el hueco viejo
El tema determinante en relación al planteamiento de Sartori es de implicancias epistemológicas, dado que el problema central que halla, estriba sobre la concepción del mundo (y la forma en que esta se edifica) que tengan las personas.
En un mundo innegablemente mediático, señala, la idea de ser humano que poseemos en la actualidad está sufriendo un viraje dramático. Se está abandonando la figura del homo sapiens, crítico y pensante, por la del homo videns, aquel que considera, en resumidas palabras, que lo que ve es lo que existe. Este es el ser que vive por la imagen, que no sin motivo nos recuerda al mito de la caverna del que nos hablaba Platón, en el que una persona consideraba que su mundo sólo estaba constituido por sombras, imágenes borrosas, que se proyectaban ante él como único estímulo proveniente de algo más .

Este homo videns, entonces, bien puede reconocerse como aquel que mira en su caverna (esta vez con pantalla de plasma y de marca Samsung) aquellas sombras de algo. Esquema simpático, pero que oculta un simplismo engañoso.
Es precisamente en esa suerte de “asimilación de lo que llega”, esa contemplación de las sombras, donde se puede leer un simple rol pasivo de quien las observa, idea que es de plano equivocada y nos llevaría a concepciones demasiado facilistas del ser humano de hoy. Asimismo, la idea del algo que produce las sombras (en este caso el contenido mediático) no puede reducirse a un solo agente, ni a una serie de organizaciones. La verdad es que hoy todo comunica, todo produce imágenes y éstas nos llegan de todas partes, en todo momento. La comunicación de masas no hace más que proponer canales relativos, cauces, para un verdadero desborde de información. Como bien señala Umberto Eco:

“…El universo de las comunicaciones de masa –reconozcámoslo o no- es nuestro universo; y si queremos hablar de valores, las condiciones objetivas de las comunicaciones son aquellas aportadas por la existencia de los periódicos, de la radio, de la televisión, de la música grabada y reproducible, de las nuevas formas de comunicación visual y auditiva…”
(ECO, Humberto; “Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas” ; Editorial Lumen; Barcelona; España; 1973; pp15)

Ahora bien, si hace unos cientos de miles de años, un fornido Neandertal habitaba un mundo lleno de bestias y se cubría con piel ante el diluvio, cabe preguntarse –aceptando ya que el hombre de hoy es el homo videns- cuál es el contexto en el que se desarrolla el nuevo humano. Sabemos, por lo pronto, que se trata de un entorno abarrotado de imágenes y agentes comunicativos. Un mundo donde toda persona, objeto o discurso se ha convertido en emisor.

El concepto que mejor describe este contexto espacio-temporal es, en mi opinión, el que, hace casi treinta años, Toffler ya denominaba como cultura destellar . Dicha concepción de cultura planteaba que hoy el ser humano, se encuentra recogiendo los pedazos de ideas -ya fragmentadas- que aparecen en el universo mediático. Según esto, el ser humano organizaba su realidad en base a esos fragmentos. Ya no se puede obedecer a una linealidad de tipo literal, secuencial, sino que el organismo, a un nivel tanto biológico como psicológico, debe responder frente al aluvión de imágenes, adquiriendo no sólo una nueva estructura que permita una distinta organización de los estímulos del mundo, sino taimen una nueva inteligencia, más acorde con las demandas de ese entorno.

Hasta aquí, entonces, se podría concluir -a modo de analogía- que el homo videns es el actor que desarrolla su dramaturgia cotidiana en la tarima de la cultura destellar. Pero, claro está, él improvisa con lo que cuente en ese escenario; y dichos artilugios los constituyen las imágenes e ideas fragmentadas que le da la esfera mediática, la misma cultura destellar.

La cultura, pues, está formada por gente formada en esa cultura. La cultura depende de un colectivo, y ese colectivo delimita dicha cultura porque se ha formado dentro de ella. Es una doble dependencia más evidente y a la vez más compleja de lo que uno cree. El proceso de socialización, desde un primer momento en el desarrollo de la persona, nos va marcando pautas culturales. La interrelación es lo que hace que alguien asimile una cultura y que, al mismo tiempo, ella se perpetúe.

Si los medios audiovisuales trajeron un homo videns, probablemente los medios electrónicos traigan a la larga otro hombre, con una lógica ya no pictórica o visual, ni literaria, sino quizás con una sobre explotación de recursos hipertextuales. Eso sólo lo dirá el devenir, y sin caer en afanes especulativos, valdría recordar lo que señala Deleuze, para quien las sociedades disciplinarias (básicamente modernas, como la nuestra) sufren una crisis en beneficio de nuevas fuerzas que se irán instalando lentamente. Serán entonces sociedades de control las que se encarguen de reemplazarlas. Mientras las sociedades disciplinarias se equipan con máquinas energéticas (de producción), las sociedades de control operan sobre máquinas informáticas. Es una evolución tecnológica, una mutación del capitalismo .

“Video killed the radio star”
Cuando Sartori plantea la idea de su homo videns, se avoca con gran fiereza contra el discurso televisivo en casi todas sus manifestaciones y matices.

“…La televisión se caracteriza por una cosa: entretiene, relaja y divierte. Como decía anteriormente, cultiva al homo videns; pero la televisión invade toda nuestra vida, se afirma incluso como un demiurgo. Después de haber ‘formado’ a los niños continúa formando, o de algún modo, influenciando a los adultos por medio de la ‘información’…
(SARTORI, Giovanni; “Homo Videns. La sociedad teledirigida”; Editorial Taurus; Madrid; España; 1998. pp. 1)

La televisión aparece entonces no sólo como una formadora desde pequeños, sino como fuente de conocimiento en la adultez, al proporcionarnos información. Sin embargo, el autor se enfoca principalmente en el contenido perjudicial de esas noticias y llega a señalar que la gran mayoría noticias son deportivas o sobre asuntos del corazón, todo adornado con las más variadas calamidades y una que otra muerte espeluznante. Se ve a la televisión como un espectáculo para complacer y entretener a quien la vea.

Lo cierto es que la televisión vende gente, no espacios en la señal. En este mercado, voraz y sin treguas, un programa con más rating (con más ojos hipnotizados frente a la pantalla) puede “enlatar” una audiencia más numerosa, para vendérsela a algún anunciante. Este es quizás la principal columna para el edificio de críticas en las que habita una visión peyorativa sobre el contenido de la TV, básicamente por parte de estudiosos y académicos, del tipo Sartori o cualquier otroque haya decidido volcar su ojo más entrenado sobre el discurso audiovisual.
Sin embargo, en el otro lado, en el del espectador promedio también ha anidado una visión negativa, de desconfianza. Un ejemplo interesante sería el gobierno de Fujimori, del cual hoy sabemos con cuán burda facilidad obtuvo el control de los medios, y así consiguió una programació con la que no sólo acrecentaba su popularidad sino que –casi al dos por uno- destrozaba a uno que otro gordito bonachón que se interpusiera en su camino.

Los Vladi-videos marcaron un antes y un después en la concepción que la gente tenía de los medios. Allí se vio claramente cómo lo que estaba representado en la pantalla se convertía en lo real, sin ningún ánimo de discusión. De pronto todos los medios de comunicación tenían el síndrome de corrupción per sé. Si se vio en la pantalla que el dueño de UN canal recibía dinero y se vendía, inmediatamente LOS canales eran corruptos. Bourdieu acerta al afirmar que durante las últimas décadas la televisión ha desalentado el ejercicio de pensar, privilegiando el impacto de la imagen sobre el contenido y el de la emoción sobre la razón. Esto debido a que, por su naturaleza técnica, en su mundo virtual y efímero, los hechos, dichos y juicios son dificultosamente revisables. Simplemente dejan impronta en la mente del espectador y le construyen una realidad. Es válido mencionar que tener imágenes e información “servida en bandeja” no tendría nada de malo si la habitual economía cognitiva, tan humana, no nos invitará al conformismo de no contrastarla. El problema no es esa información destellar, virtual y efímera (al menos no es todo el problema), sino que las personas ya ni se dan el trabajo de pensar o cuestionarse sobre los determinados acontecimientos. “Si lo que se ve parece ‘real’, entonces, en efecto, lo que me muestran estas imágenes debe ser cierto”, es la máxima del espectador, mientras que la del emisor parece rezar en un “démosle lo que quiere, y que sea fácil, así nos ve más”. Esa parece la penosa lógica de hoy en relación a los medios de comunicación.

“…Con todo, la televisión (…) está ella misma alienada, puesto que vive muy particularmente sometida a las imposiciones directas del mercado. (De manera general, si el sociólogo escribiera la décima parte de lo que piensa cuando habla con los periodistas -por ejemplo, sobre la fabricación de los programas-, éstos lo denunciarían por haber tomado partido y por su falta de objetividad, por no hablar de su arrogancia insoportable...) El que pierde dos puntos de rating se queda afuera…”
(BOURDIEU, Pierre; “Entrevista a Pierre Bourdieu: periodismo y TV”, tomado de: http://www.rebelion.org/medios/bourdieu120902.htm)

miércoles, 28 de febrero de 2007

Para todos: Warhol llega a Lima

Una exposición del icono máximo del Pop-Art visitará nuestras sureñas latitudes este año. La muestra, traída por El Centro Cultural de la Universidad Católica, pertenece a la Fundación Mazzota, de Milán, y reúne más de cien obras gráficas, documentos, libros y filmes originales del mítico genio plástico.

Lo mejor del mejor

Es alentador descubrir cómo el Perú es considerado cada vez más como un atractivo destino artístico. Haber contado, a inicios del verano, con una muestra de las obras de Botero, el renombrado artista colombiano, o la próxima presencia de un músico de la altura de Roger Waters, nos da una idea del asunto. Ahora llega Andy Warhol, uno de los verdaderos quiebres en la historia universal del arte, un artista que se ha hecho eterno y nos brindó una nueva concepción de la realidad.
La colección, que llegará en Mayo, cuenta con fotografías tomadas por el artista, libros y catálogos sobre su trabajo, que acompañan algunas de sus más emblemáticas obras: los retratos de Mick Jagger, Marylin Monroe, Elizabeth Taylor, entre otros; las archiconocidas latas de sopa Campbell's; la serie de Animales en extinción, la serie de Flores, los Retratos de los Judíos del Siglo XX y la serie de los Mitos, portadas de discos diseñadas por el artista (vale mencionar la conocida lengua de los Rolling Stones y el 'banana álbum', de Velvet Underground).

Veremos pues, lo más renombrado, una verdadera miscelánea de su variopinta trayectoria en el campo plástico y pictórico. Y, como si eso no fuera suficiente, tendremos la posibilidad de observar algunas de las películas que realizó. Su cine, netamente experimental, por lo general abandonó una estructura argumental, para enfocarse en lo que se podría denominar como una “aprehensión del tiempo”. Los filmes de Warhol (Empire States o Sleep, como mejores ejemplos) enfatizaban la capacidad del cine para captar la sucesión de hechos, el transcurrir del tiempo. De allí que pudiera establecer una nueva idea de la relación espectador/film, donde aquel enfrentase la producción audiovisual como si fuese un objeto artístico más, un cuadro o una fotografía. Se trataba de que el espectador no estuviera dictado a seguir la película en su totalidad, sino que pueda dejar su contemplación y volver a ella, como ocurriría con una pintura.

Entre las películas que llegarán están Kiss (1963), My Hustler (1965), Flesh (1968) y Chelsea Girls (1966). Además, se exhibirán los documentales I Shot Andy Warhol y The Velvet Underground and Nico.
Sólo queda esperar. Como diría Andy “todo es bello”, y en mayo será sólo para nosotros.

lunes, 26 de febrero de 2007

Conocimiento platónico vs. Conocimiento aristotélico 2

En un ensayo anterior, comparé la postura Platónica frente a la Aristotélica en relación al conocimiento. Ahora, me referiré a la crítica que Aristóteles hizo a Platón, con la cual –cuan lanza en el talón de Aquiles- derrumbó todo el sistema que este había postulado.
En el diálogo Fedro, Platón llegó a plantear un mito, por el cual las almas al provenir del mundo de las ideas, atraviesan el río Leteo hasta llegar a un cuerpo que estará en el mundo sensible. Es en aquel momento que se olvidan de su contemplación de las ideas. Acorde con el mito, es a través de la dialéctica que se produce la anamnesis (“recordación”), y una vez “recordado” el conocimiento, se podrán fundamentar los juicios particulares y la conducta humana, dado que el mundo sensible imita al de las ideas. Sin embargo, Platón no maneja bien esa suerte de asociación entre estos dos mundos, hecho que evidencia en el Parménides.Este sería el punto clave para las observaciones de Aristóteles a dicha teoría.

El principal argumento aristotélico estribaba en que al ser el mundo sensible una imitación del mundo de las ideas, por qué imitaría todos sus atributos excepto el más importante: la inmutabilidad. Tal como señalé anteriormente, Platón afirmaba que el mundo de las ideas era inmutable y eterno, sin embargo, en el mundo sensible se evidencia que el cambio es el atributo por excelencia. Todo se encuentra cambiando.

Además, Aristóteles señalaba que las flaquezas de la teoría de las ideas eran irreparables porque duplicaban innecesariamente las cosas a explicar ya que por un lado se tenía que hallar la explicación de los seres existentes con relación causal a sus ideas y por el otro se tenían que explicar que explicar las ideas en sí, esto también conllevaba a concebir las ideas como sensibles eternos. Finalmente, las críticas de Aristóteles aluden a la relación entre las ideas y las cosas sensibles, ya que atentaba contra la característica o principio de unidad. Es así que algo es lo que es porque en ese objeto participa la idea o forma de dicho objeto, en otras palabras, puedo conocer algo al conocer su forma. Creo que el problema que encuentra Aristóteles es considerar que dicha forma existe de forma independiente al objeto, ya que tendría que existir un poco de forma en cada uno, atentando paradójicamente contra aquel principio. Entonces, la solución planteada por Aristóteles es que las cosas sensibles están compuestas por materia y forma, siendo la primera aquello de lo que la cosa está hecha y la segunda lo que hace que la materia sea lo que es. De este modo la forma otorga a la materia su ser, por lo que la materia se considera indeterminada al admitir una serie de determinaciones. A mi parecer es en este punto donde se halla la clave para explicar aquello en lo que Platón fracasó, es decir, el cambio que se da en el mundo sensible. Aristóteles propondrá así los principios de potencialidad y causalidad.

Si se tiene en cuenta que la materia es indeterminada y admite determinaciones, podemos decir que la materia es un objeto en potencia y que, en contraparte, la forma hace que la materia sea cosa, convirtiéndola en acto. En conclusión, la materia es forma en potencia y la cosa es materia en acto; un ejemplo válido sería decir que una plancha de triplay es madera en acto y mesa en potencia. En este ejemplo, además, se evidencia que un objeto puede ser al mismo tiempo tanto potencia como acto. De ese modo ya se evidencia la relación de proceso existente en el mundo sensible, lo que ayuda a explicar todo cambio que ocurra en él.

Una vez que se ha criticado la teoría platónica de las formas, se podría señalar finalmente que para Aristóteles el conocimiento es el conocimiento de las causas interrelacionadas lógicamente.
Por causa se puede entender a todo aquello a lo que se debe que una cosa sea lo que es. Aristóteles planteará la existencia de cuatro causas: 1) Causa Material: que alude a la materia, a aquello de donde proviene una cosa y permanece en ella, de lo que está hecha. Vale decir que la ciencia moderna resta importancia a esta causa en aras de la utilidad que puedan tener los objetos. 2) Causa Formal: se refiere a la Forma, la esencia de la cosa. Podría entenderse como una suerte de utilidad o función. Esta causa es válida para la ciencia moderna ya que la función es de suma importancia en el objeto. 3) Causa Eficiente: alude a lo que interviene en el proceso de que la cosa sea, tratándose de factores externos en objetos artificiales e internos en objetos naturales. Esta causa puede identificarse también con la Forma pues para propiciarse dicho cambio/movimiento o proceso, se debe ser consciente de a qué va a devenir en última instancia. La ciencia moderna la considera pues en su estudio es clara la búsqueda de relaciones entre los objetos. La última causa que señala Aristóteles es la 4) Causa Final: remite a la pregunta “para qué”, es decir, la finalidad de la cosa. En seres artificiales la coincidencia con la forma es indiscutible, ya que los objetos creados por el hombre son lo que son porque cumplen un fin; la silla, por ejemplo, no sería silla si no puedo sentarme en ella. En el caso de los seres naturales no puede decirse que sean concebidos con un fin preestablecido, pero su desarrollo natural sí se orienta hacia un fin (que finalmente es su forma), por lo que esta causa también se identifica con la forma. Para la ciencia moderna no es tomada en cuenta pues finalmente todo cambia y no se puede ni siquiera en este caso, orientar un norte con toda seguridad durante el proceso.

Se puede afirmar, entonces, que las cuatro causas aristotélicas vienen a ser ampliaciones del planteamiento por el cual las cosas sensibles están compuestas de materia y forma. Pero para que estas causas puedan llegar a ser conocimiento deben estar circunscritas por tres principios que carecen de explicación, estos son: a) Identidad, que señala que todo cosa es igual a sí misma, b) No contradicción, que afirma que nada puede ser y no ser a la vez y c) Tercio excluido; en sí, estos principios sostienen que las cosas tienen una esencia, por lo que las causas son las manifestaciones que pueden conocerse de ellas, de ahí también que el “hecho crudo” no es la verdad sino que los juicios del mundo. Sin embargo, el conocimiento de las causas, y estos juicios, no son conocimiento cabal por sí mismos, ya que debe darse una interrelación lógica entre ellos, de forma silogística. Un silogismo son una serie de proposiciones, de las cuales una se deduce a partir de otras. Esta forma argumentativa, que yace arraigada hoy opta por la presentación y confrontación de premisas que llevarán a una conclusión que se acepta como verdad.

A mi parecer esta forma lógica obedecía perfectamente a la visión de Aristóteles por la cual el mundo tiene un orden lógico. Pero, existe un problema ya que para considerar un silogismo válido, las premisas presentadas tendrían que ser necesariamente verdaderas. Por eso Aristóteles confía en un proceso netamente deductivo en el que las verdades universales se captan a través de la Inducción (por la cual se llega a lo universal desde lo particular) y la Intuición (que refiere a la captación de primeros principios). Pero, tal como señalé, para que esto ocurra el mundo tendría que estar dado y estructurado previamente, idea que hoy en día, aunque cuenta con buena salud, no puede ser aceptada ya que es en gran medida determinista y no considera que hayan diversos criterios para aproximarse a la realidad.

miércoles, 7 de febrero de 2007

En defensa del artificio

El arte parte de una representación (más allá de los estilos, técnicas o escenarios espacio-temporales en los que se desarrolle) que se hace por medio de un artificio. Si bien hoy las corrientes conceptuales avalan la idea de que cualquier objeto descontextualizado pueda convertirse en arte, considero que eso da pie a que todo tipo de necedad pase por una obra. Me gustaría entender el arte, en cambio, como un mensaje que viaja a través de un medio estético que, a su vez, se convierte en mensaje.
Constituye eso en tanto el artista pretende algo con su obra. Sin embargo, debemos entender ese algo no como un propósito racional (con un determinado interés o un fin en sí mismo); en el caso de cualquier producción artística, la mera catarsis o un sin fin de pulsiones, pueden constituir su intencionalidad.
En contraparte, está el espectador, quien se enfrenta a la obra circunscrito a su propia emotividad y no puede intentar abordarla con criterios meramente racionales. El arte no debería apelar a lo racional sino a lo emocional del individuo, para que halle el placer en las formas. Pero este mensaje, este impulso, necesita de un soporte o un medio, además de un lenguaje. Allí radica el artificio.


Quizás esta idea pueda sonar como una vuelta a la teoría de la expresión o algún tipo de esencialismo, sin embargo, no es más que una acotación, una observación sobre el hecho de que no se puede negar la importancia de un lenguaje -un aspecto formal- en toda expresión artística.


Si bien Dickie (y de alguna forma ya Danto), planteó lo que hoy se conoce como Teoría institucional, una aproximación que señala que se considera arte lo que un grupo social (denominado "mundo del arte") avale y señale como tal, creo que -en sintonía con evitar proponer una naturaleza per sé en el arte- esa "institución" ha dejado en segundo plano el artificio. Y así, si un circuito (algún sector, algún grupo de referencia del campo, en términos de Bourdieu) de arte pondera como obra una instalación carente de algún manejo artificioso donde se consignan objetos de lo más variados cuya finalidad es un juego lógico, racional, conceptual, ésta será tomada como objeto artístico.


Excremento untado en la pared, sea cual sea el concepto o mecanismo racional que implique, no puede ser tomado a la ligera como arte, sólo porque el concenso lo señale como tal. Si el realizador de tal instalación simplemente juega con un concepto, o busca decir algo con el manejo de tal concepto, sin tener al menos algún mínimo manejo de un lenguaje, sea pictórico, audiovisual o gráfico, no puede considerarse artista. Hacerlo, en base al concenso de un grupo o un sector del campo, sería un tanto simplista; de ahí que surja mal que bien la necesidad de éstas líneas en defensa del artificio.

miércoles, 31 de enero de 2007

Global e irreversible

A estas alturas se ha dicho ya prácticamente todo sobre la Piratería, cuyo único fin aparente es destruir la actividad artística y a quienes viven de ella. Esta industria ha sido duramente combatida con todo tipo de campañas publicitarias y operativos policiales que, a juzgar por los resultados, han sido inútiles.


Hoy en día, ya no es extraño disfrutar del estreno de una película en la comodidad de nuestra propia casa. Diversos títulos, que son promocionados tenazmente por las compañías cinematográficas, llegan a nuestras manos incluso con varias semanas de anticipación a su proyección en las salas. Dicha situación, que en otros tiempos -o tal vez en estos pero en distintas latitudes- sería inconcebible, es parte de nuestro deambular cotidiano. La verdad es que por la misma cantidad de dinero que una persona gasta en una salida al cine, puede adquirir incluso cinco películas con una excelente calidad de imagen y a perpetuidad.
En este punto, son válidas al menos tres preguntas:
1) ¿Quién no ha comprado alguna vez algo “pirata”?
2) ¿A pesar de su informalidad, no es este recurso uno de los que genera gran cantidad de empleo y sustento?
3) ¿No es un buen camino hacia una verdadera democratización de la cultura?


Intentar buscar las causas de un problema como este en nuestro medio es una verdadera cacería de brujas, que llevaría a una sencilla conclusión: la piratería es global e irreversible. Ya no se puede desaparecer y la verdadera preocupación de los realizadores debe ser encontrar la mejor manera de enfrentarla y convivir con ella.
En países como el Perú la situación se aprecia claramente: existen a lo sumo dos cadenas de tiendas dedicadas a la venta de discos y películas originales, cuyos precios mínimos oscilan en los $15, cantidad que no puede ser pagada por el grueso de la población. Incluso la multinacional Blockbuster perdió la batalla en nuestras tierras incas, cerrando sus locales principales. Es precisamente allí donde radica la contradicción que viene perjudicando a los empresarios formales, quienes al no poder bajar los precios, entran a competir con una industria que no reconoce derechos de autor ni pagos de aduanas y -obviamente- se presenta al consumidor con la oferta más atractiva.


Pero la industria pirata no es un saco de malos atributos. Vale reconocer que muchas veces existe un mayor nivel tanto cuantitativo como cualitativo en la oferta de material audiovisual de los informales. Se ha abierto una gran puerta al material fílmico que antes sólo se podía acceder a través de catálogos o medios demasiado costosos (películas que son parte de la historia fundamental del cine, clásicos, e incluso producciones cuyo estreno nunca se daba en el país, consecuencia de la ceguera mercantilista de los productores) y que hoy por una cantidad mínima de dinero puede estar a nuestro alcance. Se podría llegar a decir que contamos con los “delincuentes más cultos del mundo”, que han sabido obtener títulos que en realidad son referentes fundamentales de la cultura audiovisual.


Por su parte, el Estado ha gastado el discurso que sostiene que lo peor de la piratería es su evasión a los impuestos. Pues debemos pensar nuevamente las cosas. La recaudación que se tiene por impuestos indirectos que hace la piratería es más del 50 % del que se obtendría con una formalidad (en el caso, claro está, de que esta funcionase). Pensemos en los millones de DVD’s en blanco que se compran, en las tintas de impresora para hacer las portadas, y en los pagos de servicios como luz, agua, seguridad, etc… Allí se encuentra una contribución invalorable, un aporte que la empresas “dentro de rigor” ni siquiera soñarían con alcanzar.


Queda recalcar, finalmente, que la verdadera piratería no surge en puntos de venta como los que existen en las distintas ciudades, sino que son quienes “cuelgan” las diversas películas en Internet los reales promotores de esta actividad que, aunque ilegal y perjudicial, brinda alimento a muchos peruanos y además, es una de las pocas que obedece realmente al modelo de mercado, definiendo su lógica y sus precios por mera interacción de la Oferta y la Demanda, sin intervención de ningún tipo. Pensemos nuevamente las cosas y notemos cómo es que, aparte de un mínimo sector del empresariado, la gran mayoría no debe mirar con tan malos ojos a los piratas.

martes, 23 de enero de 2007

Performance soñada

Luego de un fugaz encuentro amoroso, Juan de Dios, alumno de la Universidad La Cantuta, envuelto desnudo en las sábanas de un eventual hostal, le preguntó a Margarita, su tierna enamorada, si los siete u ocho minutos de placer que le brindaba eran suficientes para alcanzar su tan ansiado clímax sexual. La verdad era evidente: ella estaba decepcionada. Entonces Juan de Dios decidió seguir el consejo de uno de sus amigos más íntimos: tomar pastillas de Viagra. El resultado fue contundente. Los esmirriados intentos de sexo se convirtieron en maratónicas sesiones que lograron satisfacer por completo los deseos de Margarita. Aquello le otorgó a Juan de Dios una seguridad sostenida en una vigorosa performance sexual a la que no pretende renunciar por lo que pueda pensar algún especialista.
Casos como el de Juan de Dios demuestran que los motivos que llevan a un adolescente y a un adulto mayor a adquirir el producto difieren. Mientras el segundo pretende lograr que el peso del tiempo sobre el organismo se vea templado con la píldora mágica, el primero procura una iniciación sexual segura o un desempeño sin precedentes, la performance soñada.
Apoyados en diversos estudios realizados a nivel mundial, los expertos en temas sexuales admiten que el consumo de la píldora no es adictivo, pero que sí lo es en cambio la sensación de seguridad y confianza que conlleva, que es tal vez el elemento más preciado para un joven debutante en la vida sexual.
Por tanto, no debe sorprender que el número de jóvenes adeptos a esta medicación vaya en aumento, al punto que el consumo de Viagra dentro de este segmento casi se haya triplicado desde que ingresara al mercado en 1998, según la revista International Journal of Impotence Research.

Pastilla milagrosa
Mientras los medios de comunicación masivos colocan al sexo en el centro de la vitrina, los hombres hacen lo que sea para conseguir un mejor desempeño sexual, para optimizar al máximo su rol como máquina capaz de saciar cualquier deseo.
Una performance sexual digna de relatos mitológicos o de las más resaltantes obras del porno hardcore parece ser una de las principales vías para la realización personal hoy en día, afirmándose que su búsqueda vale todo.
Si bien esta moda por el consumo de Sildefanil (componente químico del Viagra) tiene ya cierto tiempo asentada en otras latitudes, se revela que en el Perú los segmentos de consumidores con mayor crecimiento fueron aquellos entre 18 y 35 años y entre los 45 y 50 años.
Según testimonios de ciertos especialistas, son jóvenes limeños de estrato socioeconómico A- B, por lo general universitarios, los que se acercan con mayor frecuencia a las pequeñas farmacias de nuestra capital para adquirir la preciada pastillita. Junto con ellos, representando al segundo grupo de edad (45 – 50años), se encuentra una mayoría masculina que bien podría tratarse de maduros solteros que buscan una reconfortante vida sexual o de felices hombres que buscan encender nuevos fuegos en su vida marital.
Aunque en nuestro medio el Viagra se comercializa bajo receta médica, son precisamente farmacias pequeñas, que conforman todo un circuito informal, las que ponen al alcance de cualquier persona (con precios ciertamente más bajos) el medicamento y, con él, la posibilidad de obtener un rendimiento sexual extraordinario.
Claro está que en dicho circuito las contraindicaciones y recomendaciones médicas están de más. Riesgos aparte, está en cualquiera la decisión de jugar a ser Superman por un rato.

domingo, 21 de enero de 2007

Marketing en la posmodernidad

La fusión de diversas formas de expresión, el fin de las ideologías y posiciones vanguardistas, y la caída de caracteres decimonónicos que aún conservan una definición tradicional (instituciones como la familia, la religión o conceptos como la democracia, etc...), son sólo algunas de las dimensiones de la Posmodernidad. Sin embargo, y centrándonos en el campo económico, en la nueva lógica de mercado, la Posmodernidad ha revolucionado, apoyada –o producida tal vez – en gran medida por el gran avance producido en el campo de la tecnología.

En este escenario, único y novedoso, una disciplina como el Marketing tiene que adaptarse también a unas exigencias distintas. Hoy, los consumidores ya no pueden considerarse como simples entes pasivos. Hacia 1950, la producción en masa dictaba que, luego de producidos, los bienes debían ser “lanzados” a los grupos de consumidores para que fueran adquiridos por estos. Luego, hacia la década de los 70’s, y con la aparición del concepto de Marketing, los empresarios se enfocaron primero en las necesidades de una porción de su mercado –un segmento – para luego dar en el blanco con un producto que se adecuara y satisfaga sus necesidades.
Hoy en día, el concepto de Marketing debe extenderse. Ya no sólo se deben tomar en cuenta las necesidades del consumidor, sino también su acceso a la información. Ante un bombardeo de imágenes y datos, un verdadero torrente de información, las personas se han vuelto mucho más selectivas en torno a los estímulos que reciben. Hoy son muchos más pragmáticas en cuanto a la información que necesitan y asimilan, por lo que, quienes se encargan de llevar a cabo labores de Marketing, deben saber cómo llegar a este público, atraer su atención y brindarles la información adecuada, que necesiten y requieran.

Medios tradicionales vs. Medios alternativos
Precisamente son los medios masivos habituales (televisión, radio, revistas, etc...) los que ya no garantizan una real captación de la atención o el interés del consumidores. Si bien en realidades como la nuestra aún son los más empleados, estos medios implican altos costos que han llevado a los anunciantes a buscar nuevos caminos, nuevas vías que, además de resultar más económicos, puedan devenir en mejores resultados. Hoy, el consumidor debe tener en todas partes el mensaje, debe llegar a percibirlo incluso sin saber conscientemente cómo o en que momento llegó a él.

Somos testigos de la aparición de una nueva serie de medios, de vetas alternas en las que los comunicadores transmiten los mensajes. Así, vemos cómo carteles sobre urinarios en baños públicos, anuncios en algunas líneas de transporte público e incluso en los boletos de omnibuses, se han convertido también en espacios publicitarios. De este modo, el consumidor queda expuesto a una impresionante cantidad de mensajes que buscan persuadirlo, mensajes que en última instancia dejaran una huella sensorial sin que él distinga realmente de dónde provino. Lógicamente, estos medios alternativos requieren de un cambio en el concepto de creatividad. Quienes realizan publicidad ya no sólo deben ser innovadores en el contenido de sus trabajos, sino también en un aspecto formal o de canales, es decir, que no sólo el mensaje debe ser creativo, sino también el modo en que este llega al consumidor. Claro está que un afán netamente creativo no debe descuidar las necesidades de información que requiere realmente el consumidor hoy en día: una información breve, concentrada, que le de precisamente lo que él requiere.

La caída de las corporaciones
La posmodernidad, junto con los diversos cambios culturales, está transformando radicalmente el modo de hacer empresa. La tercerización de los diversos procesos productivos, el empleo cada vez más difundido de franquicias y la preferencia de las transnacionales por contar con plantas productivas en países donde la mano de obra implica un costo reducido, evidencian el modo en que la globalización (más allá de la actitud que alguien puede tomar frente a ella) está dejando su impronta en los negocios. En el caso de nuestro país, la aparición de los medios alternativos ha conllevado una serie de procesos muy interesantes cuyo análisis demandaría una extensa investigación. Vale mencionar, sin embargo, que hoy en día la publicidad alternativa es una veta de mercado en pleno proceso de cambio, en la que incluso empresas grandes y tradicionales están optando también por delegar a terceros cierta parte de su trabajo (básicamente la parte operativa, no la de diseño). Esta situación ha propiciado una situación en la que, quienes tienen algún conocimiento de diseño, realicen un trabajo creativo, llevando al plano de lo material sus ideas a través de terceros. Esto es ciertamente revolucionario; teniendo en cuenta que hasta hace pocos años era inconcebible que una campaña publicitaria pudiese llevarse a cabo sin la intervención de una agencia especializada, es revelador cómo hoy en día personas, con la única herramienta de una PC, puedan competir directamente con las grandes corporaciones publicitarias que durante años han preservado una suerte de hegemonía en el mercado.

Es precisamente en dicha situación donde los medios alternativos han sido determinantes. Si bien las personas independientes pueden diseñar campañas, no contarán con los recursos para implementarlas a través de medios tradicionales, como sí ocurre con las grandes compañías. Una empresa consagrada puede pagar amplios espacios televisivos para un anunciante, pero una idea más innovadora, empleando nuevos medios puede resultar en una mejor imagen para el mismo anunciante, pero claro, con mucho menor costo.

viernes, 19 de enero de 2007

Conocimiento platónico vs. Conocimiento aristotélico.

De una u otra forma el hombre ha intentado, a lo largo de la historia, tener una aproximación hacia el conocimiento. Para los griegos, ésta búsqueda tenía como base una mejor vida, más plena. Sin embargo, cabría preguntarse qué consideraban ellos como una mejor vida. El conocimiento permite finalmente, distinguir los medios de los fines, considerando cuestiones acumulativas y de interés simplemente utilitario como meros caminos para algo, mas no como fines en sí; se trata de buscar el conocimiento como tal y no tomarlo como un medio que permite otras cosas. Así, se puede decir que el conocimiento promueve una visión más global e íntegra que trasciende todo tipo de afán “cortoplacista” y material. Si bien esta es una visión perfectamente válida y -valgan verdades- alentadora, no olvidemos que en ocasiones el conocimiento (o el adquirir cierto tipo de conocimiento) puede llevar a disfrutar en menor medida algunos aspectos que para muchas personas son satisfactorios. Nietzsche, por ejemplo, llegó a afirmar que el conocimiento hacía infeliz a la persona e incluso podía destruirla, viviendo más tranquilos y felices quienes simplemente no reflexionaban, tal como señala hacia el final de Ecce Homo. Aquel conocimiento, que para los griegos era piedra angular de una mejor vida, versaba sobre lo universal. Es este precisamente el primer punto de convergencia entre la propuesta platónica y la aristotélica.

En el caso de Platón, se podría enfatizar esta defensa de lo universal, afirmando, en primer lugar que el conocimiento dado sólo acerca de lo particular nos llevaría a tomar en cuenta que aquello ocurre en un momento dado, en el presente, pero cualquier juicio emitido en el presente sólo probará su real veracidad en el futuro, dado que todo fluye. En coincidencia con Heráclito, no puede considerarse aquel juicio como conocimiento cabal. En segundo lugar (y según creo más importante) está el hecho de que lo particular, al estar basado en la percepción, no considera una parte fundamental de la realidad que se compone no a modo de estímulo sensorial u observacional, sino de manera teórica. Esta parte comprende las interrelaciones y procesos que se dan entre las cosas y aluden a nociones y conceptos que no están dados en el mundo sensible, pues no existe una realidad per sé. Dicho devenir, ese proceso en el que las cosas surgen de la unión de unas con otras, está primando no por la aprehensión de datos sensoriales, sino por su interpretación que se circunscribe al esquema conceptual del individuo. Dicha interpretación va más allá de la percepción y, por lo tanto, del mero hecho particular.

Aristóteles, por su parte, también plantea que el conocimiento debe ser sobre lo universal y, al igual que Platón, defiende una posición idealista, es decir, que el conocimiento tiene como eje las ideas. Sin embargo, Aristóteles no va a restarle todo valor a la percepción y la aprehensión sensible, sosteniendo que el saber comienza por la sensación, que se da cuando cada sentido capta su sensible propio. En este punto me parece importante mencionar que se ha señalado que la propuesta de Aristóteles era que “Los sentidos no se equivocan”, incluso si el sistema sensorial de algún individuo se encuentra bajo alteraciones; a mi parecer sostener esa afirmación no es del todo correcta. En cambio, creo que lo que sostenía Aristóteles era que los sentidos son fuente inequívoca de datos sensoriales, que en última instancia son necesarios e importantes para alcanzar el conocimiento. Luego de dicha sensación, sigue la memoria, que se entiende como la huella sensorial dejada por el objeto; de allí proviene la experiencia, producida por la asociación de múltiples recuerdos referidos a una sola cosa; esta experiencia no puede considerarse conocimiento porque aún versa sobre lo particular. El conocimiento sobre lo universal nace de dicha experiencia, pero cuando se elabora un juicio válido para todos los casos semejantes, es decir, cuando luego de su interpretación se elabora un principio que partiendo de la observación de casos particulares tenga una validez general y universal, y por tanto necesaria. De ahí que la postura aristotélica considere al conocimiento como aquel que estriba en los primeros principios. Creo válido resaltar que Aristóteles confiaba en la deducción general ya que se creía que el mundo obedecía a un orden lógico, por lo que las genralizaciones eran absolutas para los griegos.

De este modo se puede inferir que, aunque ambos filósofos –Aristóteles y Platón- sostenían que el conocimiento versa sobre lo universal y tiene como eje a las ideas, la diferencia radica en que Aristóteles sostiene que la “materia prima” para el conocimiento es la captación de estímulos sensoriales. La posición platónica respecto a esto era muy clara, sosteniendo que las formas no eran conceptos o representaciones abstraídas de realidades particulares. Platón señalaba que antes de la experiencia sensible tenía que haber una idea, una suerte de esencia de la cual participaba esa percepción. La propuesta de Platón sostenía pues que el conocimiento era parte integral del alma y venía ya con ella, y que la reflexión era una búsqueda de aquel conocimiento que se tenía dentro. Con tal fin, se apoya en el planteamiento de la existencia de dos mundos, el de las ideas o formas, que es inmutable y eterno; y el mundo sensible, que es una imitación de aquel.

En el diálogo Fedro, Platón llega a plantear un mito, por el cual las almas al provenir del mundo de las ideas, atraviesan el río Leteo hasta llegar a un cuerpo que estará en el mundo sensible. Es en aquel momento que se olvidan de su contemplación de las ideas. Acorde con el mito es a través de la dialéctica, una vez que se encuentra en el mundo sensible, que se produce la anamnesis, y una vez “recordado” el conocimiento, se podrán fundamentar los juicios particulares y la conducta humana, dado que el mundo sensible imita al de las ideas.

miércoles, 17 de enero de 2007

Salvemos las letras...

Hoy muchas universidades están dejando de lado una formación humanística, un reflejo del afán funcionalista que prima por una educación enfocada a lo singular, lo útil, por un conocimiento técnico. Esto, además de no garantizar una mejor inserción en el mercado, enfatiza el abismo entre demanda laboral y formación académica.

Se debe tener en cuenta qué diferencia a la formación universitaria de la técnica. La universidad debe enfocarse al conocimiento integral y universal, que vaya más allá de los simples hechos particulares y busque nuevos puntos de vista sobre una realidad que se entiende en forma sistémica. Este rol integrador del conocimiento no puede darse a través de un curso enfocado a temas específicos de naturaleza instrumental, sino en aquellos cuyo contenido abarque dimensiones de la acción humana, cursos en los que el eje central sea el conocimiento. Por este motivo negar su importancia sería negar la del mismo conocimiento, cayendo en una ceguera determinista que ignora su naturaleza sinérgica, para lo cual la persona debe estar formada con la capacidad de entender todo en un sentido más amplio y total.

Los distintos cursos de humanidades, además, enfatizan que no existe una verdad que pueda aceptarse como absoluta, promoverán la discusión, la crítica y la duda. En orden con la tradición aristotélica, son las cosas comunes las que nos sorprenden y nos hacen reflexionar. Ya que se considera que el conocimiento no posee una certeza absoluta ni es de carácter particular, es lógico sostener que la formación universitaria no debe centrarse en la simple aplicación práctica de los métodos o en el conjunto de procedimientos empleados, en la técnica (un verdadero quiste hereditario del cientificismo newtoniano-cartesiano). Por el contrario, debe aspirar al conocimiento en un modo más general que admita la crítica y esté libre de cualquier fundamentalismo.

Es precisamente una visión que va más allá de lo obvio, que invita a la persona a reflexionar y reconsiderar diversos aspectos de la realidad en forma crítica, un aspecto que sólo puede reforzarse mediante los cursos de humanidades, en especial los de filosofía, cuyo tema central es el conocimiento en sí.

Otro aspecto clave en la formación humanística es que, a través de la continua tarea reflexiva que conlleva, favorece la coherencia tanto en el sistema de creencias como en el discurso elaborado por la persona. La filosofía debe ser entendida no por las respuestas concretas sino más bien por el valor de los problemas que plantea.
Estos aspectos acerca de la importancia de los cursos de humanidades son bastantes generales y con seguridad no son los únicos existentes. Sin embargo, encuentro válido señalar que un elemento central en relación a estos cursos es el modo en que son dictados en las diferentes universidades. El tiempo, por ejemplo, es determinante, tal es así que para los estudiantes un semestre o aún menos tiempo represente poco para entender el verdadero sentido de estos cursos, sin que eso sea siempre una tarea imposible, claro está.

Por otro lado, es evidente que la universidad de hoy, en la mayoría de los casos, tiende a despersonalizar a los estudiantes, al insertarlos en un sistema en el que incluso medio centenar de personas comparten un aula, convirtiéndolos en una masa homogénea la que llega el mensaje educativo. Es probable que este hecho obedezca una avidez mercantilista o a diversas dificultades de tipo logístico. De cualquier forma los resultados son antipedagógicos y las instituciones deberían velar por soluciones a dichos problemas.